Introducción
El
sábado 28 de octubre se presentó el Informe de Síntesis de la primera Sesión de
la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos: la segunda Sesión
se celebrará en octubre de 2024. El objetivo era y es lograr una asamblea del
Pueblo de Dios presidida por sus pastores, los obispos, junto con una
representación de laicos en un clima de diálogo e intercambio de opiniones. El
Papa lo mencionó en 2015, durante un discurso conmemorativo del 50 aniversario
del primer Sínodo de los Obispos, deseado por san Pablo VI: "El camino
de la sinodalidad es el camino esperado por la Iglesia del tercer milenio.
No entendido como una cosa más que hay que hacer, sino como un nuevo estilo que
hay que asumir[1] . Y es precisamente a
través de este estilo que el Papa cree posible iniciar el cambio necesario para
una "Transformación Misionera de la Iglesia", es decir, una Iglesia
en salida, capaz de ser signo creíble en lo que no es simplemente una "época
de cambio, sino un cambio de época, sabiendo vivir los problemas como
desafíos y no como obstáculos"[2]
. El Informe Sinodal, publicado el 28 de
octubre, recoge el trabajo de la Asamblea Sinodal, que a su vez trabajó sobre
los contenidos recibidos de todas las Conferencias Episcopales del mundo. Una
escucha, por tanto, que partió desde abajo para convertirse en voz en
esta Asamblea. Creo que es importante subrayar esto porque entonces el tema de
nuestro interés, que se presenta en el Informe en un párrafo titulado "Misioneros
digitales", no es un capricho de unos pocos, sino que es ahora un
ámbito en el que podemos convertirnos en compañeros de viaje en el contexto
digital.
Una segunda premisa que
considero oportuno hacer es el hecho de que el próximo 4 de diciembre
celebraremos el 60 aniversario del Decreto conciliar Inter Mirifica[3]
dedicado al uso de los instrumentos de comunicación. Un documento que recoge el
camino recorrido por la Iglesia en el campo de la comunicación y relanza su
reflexión y acción respecto a las novedades emergentes. Un signo de esa mirada
de simpatía y confianza que la Iglesia siempre ha reservado al tema de la
comunicación, prolongación natural del acto comunicativo de Dios con su pueblo:
"Dios, que muchas veces y de diversas maneras en la antigüedad habló a
los padres por medio de los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por
medio del Hijo..."[4]
: y es Jesús mismo quien nos ha revelado el rostro del Padre: "Tomás,
el que me ha visto a mí ha visto al Padre"[5]
. Ciertamente, una Palabra viva que no siempre es fácil de comprender: pensemos
sólo en los comienzos, en un Dios que se encarnó en la fragilidad de un niño
indefenso[6]
, y luego en un Dios que reveló su omnipotencia muriendo en la Cruz[7]
. Sin embargo, este Verbo rasgó los cielos[8]
, se hizo Acontecimiento por nosotros para comunicarnos el Amor del Padre. Hoy,
la Iglesia está llamada a seguir haciéndose Palabra viva, a comunicar -con
los medios más adecuados- sus acciones, sus palabras y sus opciones, para que
el mundo, viendo, crea[9]
.
Misioneros digitales
El párrafo de la Síntesis del Sínodo dedicado
a la "comunicación"[10]
lleva un título particularmente sugestivo: "Misioneros en el entorno
digital". Más que buscar lenguajes y expresiones hoy en boga -basta
pensar en el término "influenciador"-, el Sínodo ha querido
partir de nuevo de la Escritura, como para recordar la identidad del cristiano,
de aquel que recibió del mismo Jesús no sólo el mandato de "ir", sino
también el contenido de "anunciar": "Seréis mis testigos/misioneros
hasta los confines de la tierra"[11]
.
En
segundo lugar, recuerda la Encíclica de San Juan Pablo II, Redemptoris
Missio[12] , dedicada al
tema de las misiones, donde también se dedica un párrafo al areópago de las
comunicaciones, con la invitación a habitar este territorio para llevar el
anuncio del Evangelio[13]
, señalando al mismo tiempo que este "habitar" tiene un perfil propio
y preciso: "La llamada a la misión deriva en sí misma de la llamada a
la santidad. Todo misionero lo es auténticamente si se compromete en el camino
de la santidad..."[14] . Por último,
como decíamos en la introducción, en toda la Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium, el Papa Francisco pide a toda la Iglesia que se haga misionera, la
Iglesia en salida, consciente, como decía el Papa Benedicto XVI, de que los
medios de comunicación han creado "un enorme ensanchamiento de las fronteras
de la comunicación... con nuevas brechas entre incluidos y excluidos y...
consiguientes peligros de homologación y control, de relativismo moral... de
declive del espíritu crítico"[15]
. Y el "misionero digital" está llamado a llegar a todos.
Junto al término "misionero" está el término "digital".
"El entorno digital", escribe el texto final del Sínodo, "cambia
nuestros procesos de aprendizaje, nuestra percepción del tiempo, del espacio,
del cuerpo, de las relaciones interpersonales y toda nuestra forma de pensar.
El dualismo entre lo real y lo virtual no describe adecuadamente la realidad y
la experiencia de todos nosotros, especialmente de los más jóvenes, los
llamados 'nativos digitales'". En esta vorágine de
cambio, el Papa Francisco nos ha ofrecido en los últimos años una especie de
"gramática" para habitar este tiempo y estos espacios, aprendiendo a "ir
y ver", a "escuchar" y a "hablar desde el
corazón"[16] . El hilo rojo que une
esta especie de trilogía es el corazón: "Es el corazón el que nos movió
a ir, ver y escuchar, y es el corazón el que nos mueve a una comunicación
abierta y acogedora"[17]
. Palabras que enfatizan y animan a "habitar" lo digital con un
corazón ardiente y apasionado del Señor Jesús, único Camino de Verdad para
una Vida plena y madura [18][19] .
El
Informe Final de esta primera parte del Sínodo no ofrece respuestas
preconfeccionadas, ni pretende "ocupar espacios" con fórmulas
teóricas, sino que ha "abierto procesos", consciente de que el
tiempo es superior al espacio: "El tiempo ordena los espacios, los
ilumina y los transforma en una cadena en constante crecimiento, sin retroceso.
Se trata de privilegiar las acciones que generan nuevos dinamismos en la
sociedad e implican a otras personas..." . [20]
Misioneros digitales: algunos rasgos.
La curiosidad es
ese impulso innato de interesarse por lo que aún no se conoce, el deseo de
vivir nuevas experiencias y abrazar cosas nuevas. Recuperando una imagen
bíblica, se trata de abandonar la orilla del lago y zarpar en este "mar
digital", dispuestos a echar la red del compromiso y la pasión,
aprendiendo a convertir la curiosidad en oportunidad, sabiendo salir de la
propia caja.
Valentía. Dejarse
guiar por la curiosidad exige el valor de admitir que uno no lo sabe todo, que
necesita aprender, comprender y, por tanto, también aceptar que le ayuden para
servir mejor a quienes le rodean. Pero la valentía no sólo reside en aprender
un "nuevo lenguaje", como el "digital", sino también en
saber permanecer firme en el "Aquí estoy"[21]
con el que me adherí a la invitación del Señor a permanecer detrás de Él[22]
.
Porque
siempre existe el riesgo, como ocurrió con Simón Pedro, de querer cambiar de
rumbo para dulcificar la propuesta del Evangelio o hacer más apetecible el
seguimiento del Señor Jesús[23]
. "Los verdaderos reformadores son los santos... sólo de los santos,
sólo de Dios viene la verdadera revolución, el cambio decisivo en el mundo"[24]
. En otras palabras, la pregunta básica que el "misionero digital"
debe hacerse siempre con valentía es: lo que busco, lo que veo, lo que escucho,
lo que propongo... ¿es un paso detrás de Jesús hacia el Padre, o voy por mi
propio camino? Que el Sínodo tradujo así: "Como Iglesia
y como misioneros digitales individuales, tenemos el deber de preguntarnos cómo
garantizar que nuestra presencia en línea sea una experiencia de crecimiento
para aquellos con quienes nos comunicamos"[25]
. Aceptar esta "misión" es ante todo aceptar
ponerse en "camino de santidad", sabiendo así anunciar-testificar al
Señor Jesús: "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos, es decir, la
Palabra de vida, os lo anunciamos"[26]
. En otras palabras, lo que hemos experimentado os lo proclamamos.
Pertenencia.
El
entusiasmo de navegar no es suficiente si no sabemos a Quién pertenecemos,
Quién nos envía y cuál es el mensaje a llevar: "Los misioneros siempre han partido con
Cristo hacia nuevas fronteras, precedidos e impulsados por la acción del
Espíritu. Hoy nos toca a nosotros llegar a la cultura actual en
todos los espacios donde la gente busca sentido y amor, incluidos sus teléfonos
móviles y tabletas"[27] . Por eso, al "misionero
digital" le corresponde la palabra de Jesús de todos los tiempos: "Los
eligió para estar con Él y también para enviarlos"[28]
, para evitar encontrarse como ciudadanos digitales anónimos confundidos entre
una multitud anónima. La pertenencia es garantía de vida, de capacidad de
alimentarse y de dar fruto: "Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el
sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros si no permanecéis en mí... sin mí no podéis hacer nada"[29]
. Y en esta relación de amistad con el Señor, el "misionero digital"
crece y se nutre en los brazos de la Madre Iglesia[30]
.
Competencia. La
buena voluntad y el entusiasmo, la curiosidad y el coraje no bastan para
navegar en este nuevo mundo. También se necesita competencia, es decir, la
capacidad de entender este "mundo", su lenguaje, sus reglas, sus
puntos fuertes y débiles, para evitar dejarse arrastrar por cualquier
moda[31]
. La "misión digital" representa bien ese pedazo de tierra que el
Señor encomienda "cultivar y custodiar"[32]
.
Una
competencia que exige estudio, confrontación, intuición, humildad y prudencia,
porque '¡Todo me es lícito/útil! Pero no todo es útil... No me dejaré
dominar por nada'[33]
. No olvidemos que cuando el Señor Jesús envió a los discípulos al mundo, los
envió "de dos en dos"[34]
: para decir, con la palabra sencilla, que la experiencia cristiana se vive en
compañía; que la vida vivida en la caridad vale más que muchas palabras. Esto
era verdad ayer y lo es también hoy para los "misioneros digitales":
asumir el estilo sinodal significa crecer juntos, trabajar juntos, aprender
juntos, porque en cualquier caso uno no está comprometido en este ámbito
pastoral para marcar el camino, sino para ayudarse mutuamente a servir a
aquellos que el Señor ha puesto a nuestro lado. En otras palabras, uno es y
sigue siendo un "servidor inútil"[35]
, en el sentido de que uno hace las cosas no en beneficio propio, como hacen
los catequistas, los animadores de grupos u otros ámbitos pastorales. El
espacio digital forma parte de la única acción pastoral que pide ser servida
con amor y fidelidad al mandato del Señor y que ve a todos animados por el
mismo "fuego de amor" que arde en los corazones, incluso cuando
surgen el aburrimiento, las dificultades o las incomprensiones: "Me
dije: '¡Ya no pensaré en Él, ya no hablaré en su nombre! Pero en mi corazón había
como un fuego ardiente, metido en los huesos; me esforzaba por contenerlo, pero
no podía"[36]
. Es este fuego ardiente el que el "misionero digital" -así
como todo testigo del Evangelio- debe guardar y alimentar, porque sin este fuego
interior, uno corre el riesgo de perderse a sí mismo.
La invitación a las diócesis a despegar
EL
"misionero digital", decíamos, pertenece a una Comunidad, no es un
trabajador autónomo. Pero esto exige que cada diócesis -subraya el Sínodo-
aprenda a hacerse a la mar con confianza[37] ; que confíe y se
apoye en quienes mejor conocen las "rutas" de este mar abierto que es
lo digital. Los "nativos digitales" tienen una marcha más, un
sentido innato de la orientación que pide ser reconocido y valorado. Se trata
de acompañar su familiaridad, aunque a veces vaya acompañada de ingenuidad y
una pizca de santa temeridad, y ayudarles a dar profundidad a sus intuiciones,
a orientarse entre las suaves olas de lo digital así como entre las tempestades
que a veces se avecinan en este mar abierto y a veces inexplorado: "No podemos
evangelizar la cultura digital sin antes comprenderla. Los jóvenes... son los más indicados para llevar a
cabo la misión de la Iglesia en el entorno digital, así como para acompañar al
resto de la comunidad, incluidos los pastores, a familiarizarse con sus
dinámicas"[38]
.
Enviados al mundo
digital por personas pensantes
En la alianza educativa y misionera que acabamos de
mencionar, debe acompañarnos la constatación de que no basta con tener un trabajo
manual digital -es decir, técnicos- si éste no va acompañado también de un trabajo
mental digital -es decir, personas pensantes que ayuden a captar el sentido
y el significado de las cosas-. Sólo en esta alianza será más fácil ayudarse y
apoyarse mutuamente, aprendiendo juntos a captar los puntos fuertes y débiles
del mundo digital. Se trata de aprender a aprovechar lo bueno y lo bueno de
esta nueva oportunidad, sabiendo al mismo tiempo nombrar las criticidades y
ambigüedades que hay en ella.
Entre las ambigüedades y las críticas,
baste pensar en las fake news o en las actividades fraudulentas; o
en las grandes batallas contra la contaminación, y quizá no ser conscientes de
que la vida en línea es una fuente de contaminación (www.comparethemarket.com).
Por otro lado, está a la vista de todos que el mundo digital permite conectar
con los confines de la tierra y llegar con un abrazo solidario a los afectados
por catástrofes naturales, del mismo modo que es un espacio donde todos o al
menos muchos tienen (casi) la oportunidad de hablar, cuando en cambio los
medios tradicionales filtran cada mensaje.
El buen samaritano "digital
A
través de las conclusiones del Sínodo, hemos tratado de esbozar un primer
perfil del "misionero digital", que no puede reducirse a una
simple actividad a realizar, sino a una actitud a asumir, y que tiene como
modelo al Señor Jesús, el Buen Samaritano[39] . Un icono
bíblico que sirve de hilo conductor a todo el documento pastoral publicado online
por el Dicasterio para la Comunicación en junio, "Para una nueva presencia: reflexión
pastoral sobre el compromiso con los medios sociales",
que, actualiza el mensaje evangélico en el "mundo digital".
Conclusión: Tu rostro Señor busco
Parafraseando
a San Pablo, podríamos decir que "No es un alarde predicar el Evangelio
en el mundo digital; es un deber para mí: ¡ay de mí si no predico el Evangelio
en este "nuevo mundo"!... Es una tarea que se me ha confiado"[40]
. Una tarea que consiste en ayudar a quienes encuentro en el camino
"digital" a sacar a la luz el rostro de cada persona y a saber a qué
Rostro dirigirse, el de Jesús, el Hombre perfecto[41]
. Una vez se dijo que no somos "máquinas", pues bien, hoy podemos
decir que no podemos reducirnos o aplanarnos a meros instrumentos digitales:
somos y seguimos siendo algo más inscrito en la palma misma de las manos de
Dios: somos sus criaturas amadas por las que Dios mismo se hizo Hombre para
salvarnos de la vorágine de la superficialidad, banalidad, distorsiones... del
pecado para hacernos sus hijos. Somos hijos de Dios, ésta es nuestra identidad.
Y como hijos queremos habitar este "mundo digital" llevando la buena
noticia de que Dios nos ama. Se preocupa por nosotros porque se preocupa por
cada uno de nosotros. No tiene miedo ni se avergüenza de nadie, y aunque
nuestro pecado ahogue las aspiraciones de nuestro corazón, Dios es más grande
que nuestro pecado[42]
. Como en el Areópago de Atenas[43]
quizás también nosotros, como le ocurrió a Pablo, no seamos escuchados
inmediatamente, pero la semilla que cayó en la tierra tarde o temprano dará
fruto[44]
. Los "habitantes" del mundo digital tienen el mismo corazón, los
mismos sentimientos, los mismos pensamientos, las mismas aspiraciones que todos
los demás, ni más ni menos: corresponde a los "misioneros digitales"
interceptarlos y hacerles sentir que lo que llevan en el corazón también puede
encontrar correspondencia en otros amigos que habitan este tiempo y este lugar.
A veces no hacen falta muchas palabras, sino la manera de suscitar un
pensamiento, de publicar una imagen, de responder... Así fue una vez, así es y
será hoy: "Tus fieles al verme tendrán alegría, Señor"[45]
. Simplemente por "verme". Esta es la luz que un "misionero
digital" está llamado a llevar. Está llamado a ser.
[1] cf. Armand
Puig i Tarrech, "La sinodalità attesa", en Osservatore Romano,
12 de octubre de 2023.
[2]
Francisco, en el Discurso a los participantes en la V Conferencia Nacional de
la Iglesia Italiana, Florencia, 10 de noviembre de 2015.
[3]
Inter Mirifica, decreto conciliar sobre los
instrumentos de comunicación social, 4 de diciembre de 1963.
[4] Heb 1:1-2
[5] Jn 14:9
[6] Lc 2:7
[7] Lc 23,35ss
[8] Is 63:19
[9] Sal
119,74
[10]
Informe final del Sínodo, nº 17.
[11]
Hechos 1:8
[12] Juan
Pablo II, Redemptoris Missio, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 7 de diciembre
de 1990.
[13] Redemptoris Missio, nº 37.c.
[14] Redemptoris Missio, nº 90.
[15]
Benedicto XVI, Discurso en la conferencia "Testigos digitales. Rostros
y lenguajes en la era intermedial", CEI, 2010.
[16] Papa
Francisco, Mensajes para las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales,
año 2022, 2023
[17] Papa
Francisco, del Mensaje para la 57ª Jornada Mundial, año 2023
[18] Cf. Jn 14,6
[19] Ef 4:13
[20] Evangelii Gaudium, 222-225
[21] Lc 1,38; cf. Is 6,8
[22] Mc
1, 14-20
[23] Mc
8,33
[24]
Benedicto XVI, Discurso a los jóvenes en la explanada de Marienfeld, 2005.
[25]
Informe del Sínodo, 179
[26] 1Jn
1:1-3
[27]
Conclusión del Sínodo, 17c
[28] Mc 3,14
[29] Jn 15:4-5
[30] Madeleine Delbrel, ....
[31] Ef 4:14
[32] Génesis 2:15
[33] 1Cor 6:12
[34] Lc 10:1
[35] Lc 17:10
[36] Jer 20:9
[37] Lc 5:4
[38]
Resumen del Sínodo, 17d
[39] Lc
10:25
[40] 1Cor 9:16-17
[41] Ef 4:13
[42] 1Jn 3:20
[43] Hechos 17:32
[44] Jn 12:24
[45] Sal
119:74; Ex 34:35