Me ha sorprendido y alegrado... ser testigo del crecimiento del sínodo digital, La Iglesia te Escucha, Palabras del Dr. Austen Ivereigh Misa de Influencers Católicos en la JMJ

 


Palabras del Dr. Austen Ivereigh

 Queridos misioneros digitales

Como seguidor de este pontificado, atento a sus frutos, y como alguien que ha estado muy implicado en el sínodo, me ha sorprendido y alegrado en este último año ser testigo del crecimiento del sínodo digital, La Iglesia te Escucha. He visto a mi amigo Mons. Lucio trabajar muy duro y con mucha paciencia para alimentar y curar esta nueva vida en la Iglesia, que a veces ha encontrado obstáculos e incomprensiones, ¡lo cual es una señal de que es del Espíritu! Pero él siempre ha tenido fe en esta nueva frontera, y sobre todo fe en ustedes. 

El sínodo digital le ha puesto a ustedes y a su trabajo en el punto de mira. Creo que hace un año poca gente había oído hablar de los influencers católicos, los misioneros digitales, ustedes que durante años han construido una presencia en las redes, acompañando y evangelizando. Es gracias a las increíbles redes que ustedes han construído que La Iglesia Te Escucha pudo suceder, y ha hecho una contribución realmente importante al trabajo del sínodo, y por supuesto a la vida y misión de la Iglesia.

Ayer pensaba en ustedes cuando el Papa, en el monasterio de los Jerónimos, hablaba de los primeros discípulos, pescadores que habían bajado de las barcas y estaban lavando sus redes, y de cómo Jesús les hace volver a las barcas y les hace echar las redes de nuevo.

Y habló de cómo "Las redes de los primeros discípulos, entonces, se convierten en una imagen de la Iglesia, que es una "red de relaciones" humanas, espirituales y pastorales.”

Y más adelante citaba a San Ambrosio: "Como afirma san Ambrosio, "los instrumentos de la pesca apostólica son como las redes; en efecto, las redes no causan la muerte del que queda atrapado, sino que lo guardan con vida, lo sacan de los abismos a la luz" (Exp. Luc. IV, 68-79).

Creo que estas palabras se referían a ustedes, y su misión.

En 2020 trabajé con el Santo Padre en un pequeño libro Soñemos Juntos: el camino hacia un futuro mejor, sobre su discernimiento de la crisis de Covid, pero en un sentido más profundo de todas las crisis a las que el mundo se enfrenta ahora.

Y lo que aprendí de él haciendo ese libro fue que en la crisis, en el cambio, en la tribulación, Dios siempre abre una puerta a un futuro mejor. Pero sólo se puede encontrar esa puerta entrando profundamente en la propia crisis. Y cita un verso del poeta Holderlin que, según él, le ha servido a menudo en la vida: "allí donde está el peligro, allí crece el poder que salva". Francisco añade: "Ahí es donde la humanidad tiene que actuar: ahí, donde está la amenaza".

Y el libro nos enseña un método que les resultará familiar: ver, juzgar, actuar, o como dice Francisco: contemplar-discernir-proponer.

Primero vamos al lugar y nos ponemos a disposición; escuchamos profundamente y prestamos atención al dolor, al sufrimiento y al anhelo. Y luego discernimos: ¿qué nos pide el Espíritu que hagamos aquí? ¿Dónde actúa el mal espíritu? ¿Qué humaniza, qué deshumaniza? Y la claridad que obtenemos entonces de esto es lo que nos lleva a proponer los caminos a seguir, el camino hacia un futuro mejor.

Contemplar el peligro, discernir el poder salvador y proponer caminos que permitan actuar a ese poder.

¿Dónde está el peligro en la red y especialmente en las redes sociales? Todo está muy bien analizado en el documento del Dicasterio para la Comunicación Hacia una plena presencia plena: las tentaciones y distracciones que profundizan la alienación y la soledad, y que promueven la rivalidad y las luchas de poder, la forma en que los algoritmos generadores de ingresos se incorporan a los motores de búsqueda y a las plataformas digitales, y agrupan a los afines y premian las opiniones polarizantes.

A veces puede parecer que la verdad ya no es un bien común, accesible a todos, sino una mercancía, privatizada y empaquetada para su explotación comercial o política.

La posverdad, la polarización... todas estas tendencias nos están tribalizando, haciendo que nos encerremos en nosotros mismos, que nos aferremos a egos e identidades. Y esta ruptura del civismo está provocando la pérdida del diálogo, que como sabemos por la historia es fatal, porque las guerras de palabras pronto se convierten en guerras reales.

Ahí está el peligro. ¿Dónde está el poder salvador? Creo que a través de la sabiduria de Francisco y la experiencia de ustedes en la web, el Espíritu ya ha indicado dónde está actuando la fuerza salvadora. Dos modos en particular. El primero es lo que él llama fraternidad contemplativa. El segundo es el método sinodal.

¿Qué es la fraternidad contemplativa? Es la expresión que utiliza en Evangelii Gaudium 92, cuando habla de "una fraternidad mística, una fraternidad contemplativa" que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno.” Esta fraternidad contemplativa es un don de compartir el ser y el modo de ver de Dios. Es participar en la hermenéutica divina. Esto, según Francisco, es ser señal y testigo de una "comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo” (cf. Mt 5, 13-16)" (EG 92 ).

En el corazón de una espiritualidad de la fraternidad está la renuncia a la rivalidad y a los celos, a ese espíritu de competitividad y de juicio que busca polarizar y categorizar, establecer quién tiene razón y quién no, quién tiene la verdad y quién no, quién es mejor o más avanzado que el otro. Francisco nos exhorta no sólo a cuidarnos del espíritu de celos, sino a pedir “la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos." (EG 99).

La cultura del encuentro parte de la convicción de que el otro, por diferente que sea, tiene uno o varios dones que, a través de una escucha abierta, puedo descubrir y poner a mi disposición o a la de mi comunidad. No necesito parecerme a esa otra persona, ni estar de acuerdo con ella, para reconocer y recibir ese don. Pero para recibirlo puedo purificar mis intenciones, renunciar a la rivalidad y abrirme al otro.

El segundo, el método sinodal, significa que los discípulos llegamos a vernos a nosotros mismos como facilitadores de procesos que permiten al Espíritu entrar en lugares de desacuerdo y división. Esto significa ser los pacificadores a quienes Jesús declara bienaventurados, a quienes Francisco describe como los que hacen posible un "nuevo proceso" (EG 227).

Se trata de un trabajo paciente, heroico, que exige una escucha profunda, para permitir a la gente ver los dones que el Espíritu ha derramado sobre los demás, y aprender a recibir ese don. Es lo que tú haces tan bien. Es aprender que no somos nosotros quienes poseemos la verdad, sino que la verdad viene a poseernos a nosotros, como dice Francisco en Soñemos. Llegamos a la verdad juntos, pero sólo cuando creamos fraternidad, y podemos buscar la verdad juntos. Como el Papa acaca de decir aqui, “No crear polarizaciones sino visiones de conjunto.”

Lo hacemos cada vez que creamos mesas en las que todos pueden sentarse, para aprender unos de otros, recibir los dones de los demás y abrirse a los nuevos horizontes que abre el Espíritu. El resultado que esperamos, dice Francisco en Querida Amazonia, es que "el conflicto se resuelve a un nivel superior, en el que cada grupo pueda unirse al otro en una nueva realidad, permaneciendo fiel a sí mismo" (QA 104-105). Se trata de permitir que las diferencias y los desacuerdos sean generativos y fructíferos, no estériles y polarizadores.

Allí donde está el peligro, crece la fuerza salvadora. Esa fuerza son ustedes.

Les dejo con las palabras del Papa de ayer:

“A nosotros, como Iglesia, se nos ha confiado la tarea de sumergirnos en las aguas de este mar echando la red del Evangelio, sin señalar con el dedo, sin acusar, sino llevando a las personas de nuestro tiempo una propuesta de vida, la de Jesús: llevar la acogida del Evangelio, invitarlos a la fiesta, a una sociedad multicultural; llevar la cercanía del Padre a las situaciones de precariedad, de pobreza que aumentan, sobre todo entre los jóvenes; llevar el amor de Cristo allí donde la familia es frágil y las relaciones están heridas; transmitir la alegría del Espíritu allí donde reinan la desmoralización y el fatalismo… no tengan miedo, echen las redes.”