Hablemos de los pecados capitales, sus demonios y las virtudes cristianas

Una lista de siete virtudes que se oponen a los siete pecados mortales apareció en un poema épico titulado Psychomachia, escrito por Aurelio Clemente Prudencio, un gobernador cristiano que murió alrededor del año 410 d. C., conlleva la batalla entre las buenas virtudes y los vicios del mal.

La enorme popularidad de este trabajo en la Edad Media ayudó a difundir el concepto de la santa virtud en toda Europa. Después de que el papa Gregorio I publicó su lista de siete pecados capitales en el 590 d. C., las siete virtudes se identificaron como castidad, templanza, caridad, diligencia, paciencia, bondad y humildad. Se dice que practicarlos protege a uno contra la tentación de los siete pecados mortales.

La Iglesia católica reconoce siete virtudes que forman parte del cristianismo (que corresponden a cada pecado capital) gracias a la categorización de San Gregorio el Grande en el siglo VI.
El santo Papa unió estos vicios con las virtudes correspondientes.

Estas virtudes son la humildad, la caridad, la castidad, la gratitud, la templanza, la paciencia y la diligencia.
Las virtudes que pueden derrotar o al menos neutralizar:

* Soberbia/humildad,
* Avaricia/generosidad,
* Lujuria/castidad,
* Ira/paciencia,
* Gula/templanza,
* Envidia/caridad
* Pereza/diligencia.
En 1589, Peter Binsfeld, basándose libremente en fuentes anteriores, asoció cada pecado con un demonio que tentaba a la gente por medios asociados al pecado.
Su clasificación de los demonios es la siguiente:

* Lujuria: Asmodeo
* Gula: Belcebú
* Avaricia: Mammón
* Pereza: Belfegor
* Ira: Amón
* Envidia: Leviatán
* Soberbia: Lucifer
Según Binsfeld, también existían otros demonios que incitaban a pecar, como los íncubos (fantasmas masculinos que tenían relaciones sexuales con mujeres durmientes) y los súcubos (fantasmas femeninos que tenían relaciones sexuales con varones durmientes), que incitaban a la lujuria.

Todos los seres humanos pecamos por lo menos con uno de estos pecados y poseemos además un mínimo de una de esas virtudes. Queda en nuestro camino a la salvación el esfuerzo de poder superar esos pecados y potenciar nuestras virtudes. Todos tenermos algo malo y algo bueno, eso es lo que nos hace humanos, imperfectos aunque ninguno nos defina como personas.