Antes de iniciar quiero agradecer a todos por los mensajes que nos han enviado por esta serie de artículos no católicos, algunos esotéricos que debemos tener cuidado los cristianos de no usar o no caer en la creencia de que estos artículos inanimados puedan tener poder alguno. NOSOTROS NO CREEMOS EN ESTO.
Las herraduras son consideradas
por algunos como los talismanes más antiguos de la historia. Sus supuestos
efectos van desde la aportación de suerte hasta la de disipar las dudas o
conflictos, si bien las herraduras no son más que piezas de metal. Su
peculiaridad está en su forma de U. Además, se usan en los caballos para reducir
el desgaste de sus pezuñas.
A esto, hay que añadir que la posición de las puntas de la
herradura aportará diferentes efectos:
Hacia abajo: aporta protección.
Hacia arriba: aportará buena suerte.
Las herraduras como talismán
Primeros orígenes
La herradura comenzó a ser talismán cuando nuestros
antepasados se dieron cuenta de que su forma U se asemejaba a la de la media
luna creciente. Así, ya en las primeras civilizaciones, los astros como el Sol
o la Luna daban buena suerte y aportaban fertilidad en las mujeres.
Por ello, la idea de la buena suerte en las herraduras se
extendió allá donde el caballo era un animal domesticado. Es decir, fueron los
antiguos griegos los que introdujeron la herradura en la civilización
occidental. Desde entonces, la herradura fue considerada un talismán.
San Dunstan y el diablo
No obstante, fue en el siglo X a través de la figura de San
Dunstan, cuando se empezaron a colgar las herraduras en las puertas para
proteger las casas. Dunstan fue un herrero que llegó a ser el arzobispo de
Canterbury. Pero, ¿por qué herraduras y no cualquier otro objeto hecho por este
herrero?
La leyenda cuenta que el arzobispo recibió la visita de un
hombre que venía suplicando por unas herraduras. Estas herraduras no eran para
otra cosa que para sus pies, extrañamente parecidos a las pezuñas de un animal.
Es en ese momento cuando Dunstan se dio cuenta de que era el Diablo.
Entonces, San Dunstan realizó la petición de Satanás sin
decirle que sabía quién era. Le dijo que la única manera de ponérselas era
colgarlo en la pared. Al hacerlo, el diablo exigió clemencia. El herrero
aprovechó para exigirle que no entrase en las casas de las personas que
tuvieran colgadas una herradura en su puerta.
Esta historia enseguida se hizo conocida entre la comunidad
católica. El boca a boca produjo cambios en la historia, de forma que la
herradura debía ser escupida y pasada por el hombro izquierdo. También cabía la
posibilidad de que sus clavos fueran usados como anillos con efectos curativos.
Civilizaciones antiguas
Pero la herradura, como bien se comentó antes, ya se usaba
como talismán mucho antes del siglo X. Parece ser que los griegos creían que el
metal era un material que ahuyentaba el mal. Esto, quizás, sea por su uso en
las batallas. Por otro lado, su forma de media luna invitaba a pensar que este
astro traía la fertilidad y la buena suerte a través de este objeto.
A todo esto hay que añadir el número mágico: el 7. Y es que
no es casualidad que sean 7 los clavos que justamente se necesitan para clavar
la herradura a las pezuñas de un caballo.
Finalmente, las herraduras se comenzaron a usar como objeto
protector de la magia de las brujas durante la Edad Media. Esto se debió a que
el saber popular creía que las brujas iban en escoba porque los caballos les
daban miedo. Por ello, en Rusia a los herreros se les consideró hombres de
magia blanca.
Fue tan extendida esta leyenda que los herreros comenzaron a
casar a la gente. Además, los yunques se convirtieron en los únicos lugares
donde se podían hacer anillos.
Fuente: Pendiente