Mandala es una estructura de
diseños concéntricos que representan la composición fractal o repetitiva del
universo y de la naturaleza. Mandala es una palabra de origen sánscrito y
significa ‘círculo’; representa la unidad, la armonía y la infinitud del
universo mediante el equilibrio de los elementos visuales. En español, se
admite tanto la versión más común con pronunciación grave (mandala), como la
pronunciación esdrújula (mándala). El uso de patrones geométricos repetitivos
es una característica de los mandalas.
En las culturas orientales, de
donde se tienen los primeros registros de diseño y uso de los mandalas, estos
tienen como objetivo el cese del pensamiento y de la mente, aspirando alcanzar
un estado meditativo.
Los hindúes fueron los primeros
en usar mandalas como un instrumento espiritual, aunque se han popularizado en
occidente por los diseños y usos atribuidos al budismo. Sin embargo, los
mandalas no han sido exclusivos del oriente o de una religión en particular, ya
que se han encontrado representaciones geométricas similares en otras culturas
y con diferentes usos que van más allá de lo espiritual.
Los mandalas son
representaciones figurativas espirituales. Pertenecen especialmente a la
tradición hinduista y budista. No son representaciones abstractas o simbólicas
neutras, sino que tienen un fondo espiritual. Representan la totalidad de la realidad.
Un mandala es un fragmento del microcosmos que quiere abarcar y mostrar la
totalidad del macrocosmos, la realidad entera. Es una muestra del orden del
universo, del orden cósmico.
Si bien su
fuente es la tradición hinduista, también desde ahí pasó al budismo. Hay
variaciones entre ambas religiones en cuanto a la configuración del mandala,
siendo muy figurativos en ciertas ramas del budismo, como el tibetano.
Los mandalas son
dibujos. Para trazarlos, en primer lugar se dibujan las formas lineales, de
manera concéntrica, y luego hay que colorearlos o llenarlos de color. Estos
dibujos o figuras tienen formas muy propias, presentando una fuerte simetría
arriba-abajo y derecha-izquierda, generalmente de forma circular, círculo tras
círculo, también desde esta forma la cuadrangular, con inscripción de ambos
polígonos, si bien estas figuras han llevado a inscribir más formas geométricas
y mezclas entre muchas diversas, complejizando la estructura base inicial.
Los mandalas
también se particionan o subdividen y llevan a expresar aspectos figurativos y
espirituales en diferentes lugares del mismo, a veces animales, figuras de Buda
o dioses del hinduismo. El mandala no obstante mantiene siempre una coherencia
geométrica que de manera desde dentro hacia afuera perpetúa el orden simétrico
a pesar de los entrelazamientos de líneas y figuras. En definitiva, un mandala
encierra en sí mismo el total de Todo. Es una representación del Mundo como
totalidad.
Ciertamente que
en multitud de culturas tenemos figuras con formas abarcantes, ya circulares
(eso mismo significa “mandala”, círculo), o cuadrangulares, incluso dentro del
cristianismo, con la famosa mandorla del Dios Padre, que es Creador de la
realidad entera, si bien no podemos caer en la sincrética similitud entre todas
las culturas y religiones.
Es claro que las
figuras básicas de la geometría son conocidas en muchas culturas y se les ha
dado un sentido diverso; y es normal que cualquier cultura mire al cielo y vea
el círculo en el Sol o la Luna, para muchas culturas paganas representación de
dioses, y de ahí que el círculo, o el cuadrado, como estructura básica, o el
triángulo, los encontremos en todo tipo de templos o religiosidades y culturas,
pero el sentido depende de la religiosidad o espiritualidad propia, de ahí que
no podemos amalgamar o confundir las figuraciones, más cuando muchas de ellas
presentan elementos de una corriente espiritual concreta.
Y los mandalas
son religiosamente círculos, es decir, la rueda de las reencarnaciones que no
para de girar, y es la vida y muerte sin fin de las reencarnaciones. Es la base
del hinduismo y del budismo, y en sus elementos que ahora seguiremos
profundizando, es netamente oriental. No es por lo tanto cristiano, no lo es.
Cuidado con caer en sincretismos y mezclas relativistas.
No podemos traer
elementos orientales al cristianismo como si tal cosa. No. Cuidado. En Oriente
y sus religiones cada gesto, cada ritual, cada elemento, está impregnado de
religiosidad. Eso en parte define a Oriente y su espiritualidad. Lo divino lo
invade todo y nada hay neutro, des-religiosizado. Por eso en Occidente hay que
tener cuidado, y especialmente cuidado los católicos, los cristianos, con tomar
y coger cosas de Oriente. Y lo mismo pasa con el yoga, con prácticas de
meditación orientales, tan de moda en las culturas cristianas.
Los mandalas
enseñan al ejercitante a ordenar el propio caos interior de la persona que lo
confecciona. Enseñan a ver el mundo: el mandala se destruye, el mundo se
destruye, pero se vuelve a construir. Por eso en Oriente no existe el sentido
de progreso que tenemos en la cultura cristiana, de avance, lineal, hacia
Cristo y la Plenitud en Él de toda la Creación. Oriente ve la muerte como una
fase normal y que dará lugar a nuevos renacimientos. Y de ahí morir de nuevo.
Oriente gira y gira sin avance. No sale de su rueda de muerte y vida. Solo
queda la ascesis para aguantar (hinduismo) o el no sentir para no sufrir
(budismo).
Los mandalas son
distintos entre sí, no se pretende copiar uno de otro. El mandala expresa así
la diversidad del cosmos y la imposibilidad de contemplarse igual por dos
mentes distintas. Cada persona ve un mandala o crea un mandala diferente, y en
otro momento, uno mismo genera un mandala distinto, porque la realidad es
cambiante y no se puede agarrar. Todo pasa, nada queda. Es el aforismo de la
impermanencia. El ser no existe, es la nada. Nada merece la pena. El todo es la
nada y la nada es el todo.
Los mandalas
están impregnados de orientalismo. Y aunque entren sin referencias directas a
estas religiones, como simples dibujos. Hay que respetar la fe de cada
religión, y no caer en amalgamas.
Por otro lado hay que decir que los
mandalas no son malos en tanto figuras y colores, no alejan de Dios, sino que
forman parte de la religión hinduista o budista, religiones que intentan llegar
a Dios, desde sus medios y creencias. Explicitemos este aspecto citando el
Vaticano II en su Declaración “Nostra Aetate” sobre las religiones no
cristianas, como reflexión desde el cristianismo de estas espiritualidades de
Oriente:
“En el Hinduismo los hombres investigan el
misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y
con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las
angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a
través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y
confianza. En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia
radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con
espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta liberación o
la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio
superior. […]
La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones
hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de
vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que
ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad
que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar
constantemente a Cristo.”
Mandalas en el budismo
En Tíbet son conocidas los
mandalas de arena, que son complejas representaciones elaboradas por monjes
budistas tibetanos como ejercicio espiritual para aprender lecciones sobre el
desapego y el fluir universal. Para hacerlos se utiliza arena o piedras
trituradas y coloreadas de manera natural.
El diseño del mandala se divide
en cuatro cuadrantes y un monje está a cargo de cada uno. Después de días o
semanas de completar el diseño (rellenando los espacios con la arena
coloreada), el mandala es destruido por los monjes para representar la finitud
de todas las cosas. La arena es barrida, guardada en un frasco y lanzada a un
río para que vuelva a integrarse a la naturaleza, en el fluir continuo del
ciclo de la vida.
Mandalas en el
taoísmo
Otro ejemplo de
mandala en la cultura oriental es el símbolo yin y yang, donde los extremos
confluyen en un círculo que representa la dualidad que existe en todo lo
creado, según los principios del taoísmo.
Ying yang
El taijitu,
nombre del símbolo yin y yang, es un tipo de mandala. Al yin se le atribuye lo
femenino, la tierra, la oscuridad y pasividad. Mientras que el yang representa
lo masculino, el cielo, la luz y lo activo. Estos dos fuerzas fundamentales son
complementarias y necesarias para mantener el equilibrio en en el universo.
Mandalas en la
cultura nativa americana
Los indígenas
nativos del norte de Estados Unidos y el sur de Canadá crearon las 'ruedas de
sanación’, o 'ruedas medicinales'. El diseño de estos mandalas contemplaba un
círculo central de piedra que estaba conectado a un círculo más grande a través
de radios o líneas divisorias, hechas con el mismo elemento.
Además, se
tenían en cuenta los 4 puntos cardinales (norte, sur, este y oeste), un color,
los elementos (fuego, aire, tierra y agua) y sus animales y plantas sagradas.
Se cree que además de ser usadas con fines medicinales, estas ruedas
constituían un lugar sagrado para rituales iniciáticos.
Los aztecas,
ubicados en lo que hoy es Mesoamérica, también usaban mandalas. El ejemplo más
conocido está en su calendario, que obedece a los principios básicos de estas
representaciones, ya que parte de un círculo central a partir del cual se
irradian otras figuras de manera repetitiva.
En estos
mandalas, se representaba la bóveda celeste, la creación del hombre y el camino
que debe ser recorrido durante la vida para alcanzar la plenitud.
Mandalas como
recurso terapéutico
El psicólogo y
psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) estudió diseños de mandalas de
diferentes culturas durante 20 años y encontró características comunes: el
hecho de que el diseño siempre parte del centro, está restringido por una
figura geométrica que suele ser un círculo o un polígono, y el resto de las
figuras pueden ser reemplazadas por figuras que se les asemejen, como flores o
cruces.
Para él, estas
representaciones eran una exteriorización del inconsciente colectivo, la
expresión de la totalidad del ser, y por lo tanto, podían utilizarse como
recurso terapéutico para trabajar aquellos aspectos emocionales que se
encontraban reprimidos o no reconocidos.
Los mandalas
revelan información sobre procesos inconscientes de su autor, según el
psicólogo Car Gustav Jung.
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