Reflexión del Evangelio

Dejándolo todo, lo siguieron

En el Evangelio de hoy, Lucas nos dibuja un escenario donde la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios. Jesús, lo que cuenta de Dios, es el centro de atención, el punto de interés. El lugar es el lago de Genesaret, todos conocen el arte de la pesca. Y Jesús pide que “remen mar adentro”.
La experiencia de la faena diaria, el cansancio de la noche, les hacía ser reacios a la propuesta de Jesús, pero tan solo una razón: “por su palabra” echaron las redes.
¿Por qué mar adentro? Porque se necesita ir hasta las profundidades del alma para encontrarse con lo que uno busca. El alimento está en la constancia, en la profundidad, en no negar cada intento. Siempre “hay una palabra” diferente y distinta que es creíble para un nuevo intento. No todo queda resuelto con lo pronunciado, hecho, realizado una sola vez, si no lo intentamos en la profundidad de cada misterio la búsqueda no obtendrá éxito.
El Evangelio ante el desbordamiento de peces, hace sentir a Pedro: pequeño, abrumado, pecador. El asombro se había apoderado de él.
El Evangelio de hoy como culmen del relato dice: y “Dejándolo todo, lo siguieron”. Todo se vuelve a centrar en Jesús, si antes se agolpaban en su palabra, ahora los que se comprometen con Él centran sus vidas en su camino para seguirlo.
Se requiere un encuentro profundo con Jesús para tomar semejante determinación. Dejarlo todo supone un cambio radical de vida, asumir la de Cristo, encontrarnos con su Palabra.
Se requiere una deliberada promesa de continuar tras Él. Se requiere considerar que el encuentro con Jesús supone admitir con una sana claridad la idea de que Dios vive en ti.
Pidamos a Dios por todos los creyentes que siguen a Cristo en sus dificultades. Por lo que deciden dejarlo todo para que Cristo sea su totalidad, su centro, su esperanza.

Fr. Alexis González de León O.P