Las cautelas de un pastor





Las cautelas de un pastor
El evangelio de hoy parece mostrar la otra cara de la evangelización: el enfrentamiento con quienes no aceptan esa novedad insólita. Seguramente todos estos augurios amenazadores (“¡Ay de vosotros…!”, repetido machaconamente) no son de Jesús mismo, sino del evangelista. Es muy probable que la comunidad de Mateo tuviera enfrentamientos frecuentes e insidiosos con los representantes del judaísmo fariseo y el autor sagrado cargara las tintas para prevenir posibles desviaciones.
Ante esta situación de confrontación con quienes velaban por el mantenimiento de las prácticas judías tradicionales, el evangelista pone en guardia a la joven cristiandad que le toca pastorear. En los comienzos de la nueva fe es importante deslindar los campos. La ley judía no era mala, pero el mensaje cristiano viene a transformar la normativa vigente hasta entonces.
Además, a los letrados y fariseos se les llama hipócritas varias veces, y guías ciegos. Su celo no era limpio, sino defensa de unos intereses que tergiversaban el verdadero sentido de la ley. Y su papel de guías del pueblo estaba desvirtuado y desviado, porque confundían lo secundario con lo esencial y desorientaban a la gente sencilla. El evangelista, por boca de Jesús, desenmascara esa falsedad y enseña a interpretar genuinamente el mensaje de la Escritura.
Hay, pues, razones para alegrarse por la fecundidad del Evangelio en el corazón de muchos creyentes que lo han escuchado y encarnado. Pero las hay también para prevenir al pueblo fiel de eventuales tergiversaciones que pueden llevarlo a desorientarse y extraviarse en el camino del seguimiento de Cristo.
¿Somos también nosotros dignos de elogio y motivo de acción de gracias por nuestra vida de fe sincera y comprometida? ¿Pedimos unos por otros asiduamente para no caer en interpretaciones torcidas o interesadas del mensaje de Jesús?
Fray Emilio García Álvarez