Reflexión del evangelio de hoy


La Iglesia no tiene que ser un lugar de poder
Santiago y Juan querían asegurarse una situación de privilegio en el Reino de Cristo; seguramente lo imaginaban muy parecido a los reinos temporales. En estos se busca el poder por encima de todo pensando que eso es lo que hace progresar a la sociedad. En tiempos de Jesús el poder se concretaba en el despotismo de los emperadores romanos que dominaban el mundo entonces conocido. Pero Jesús nos dice: «No será así entre vosotros».
Es una enseñanza clara y diáfana, sin lugar a interpretaciones. Tan clara como la réplica de Pedro y los apóstoles al sumo sacerdote cuando les reclama que les había prohibido formalmente enseñar en nombre de Jesús: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres».
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Sin embargo, los cristianos dentro y fuera de la Iglesia seguimos atesorando puestos y buscando el poder sobre los demás. El matiz de mandar sirviendo es muy difícil. El mensaje de Cristo está lleno de estas paradojas que nos sirven para pensar sobre nuestra relación con los hermanos. Lo que importa es estar dispuesto a beber el cáliz con Él, servir como Él, amar como nos amó y entregarnos a la misión de transformar este mundo y anunciar su mensaje de Amor.
No hay lugar para los intereses particulares, los primeros puestos, los sitios de honor. Ser cristiano es mucho más que un título. Somos fuertes porque Él ha puesto su mirada de amor en cada uno de nosotros. Somos vasijas de barro, pero con un gran regalo, con un gran tesoro en nuestro interior. La vasija puede dañarse, pero tenemos que recordar que somos portadores de algo grande: ser testigos de aquel que ha dado la vida por nosotros.

Fray José Antonio Fernández de Quevedo