Evangelio de hoy



Mujer, ¿por qué lloras? María Magdalena ha vivido una experiencia transformadora en su encuentro con Jesús antes de la Pascua. La vincula de tal manera a Jesús que estará presente en el momento de la muerte de Cristo, junto con la Madre del Señor y Juan, el discípulo más querido. Sin duda, como los demás, ha oído al Maestro hablar de este momento y de la resurrección de entre los muertos. Pero no entendían nada y les daba miedo preguntar. Era un tema que se les escapaba de las manos. La Magdalena como Tomás nos ayudan a situarnos nosotros también en la perspectiva de la resurrección. A veces con las mismas dificultades, pues en nuestro horizonte con frecuencia sólo damos cabida a lo que está dentro de nuestros parámetros.

El pasaje del Evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena en dos momentos: cuando va al sepulcro a llorar y lamentarse por la muerte de Jesús. Esa fijación que cierra toda posibilidad al mensaje de la resurrección, implica llegar a una conclusión errada. Corre a comunicar, nos dice Juan, que se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Es la idea machacona de quien no ve otra salida al drama vivido y a un amor que se limita a llorar sobre un cadáver. El segundo momento sitúa a María en su llanto y desconsuelo. Los diálogos que siguen de preguntas y respuesta, ángeles y el mismo Jesús, ponen de manifiesto esta realidad: en su horizonte no tiene cabida la resurrección. A los ángeles les dirá, “se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” y a Jesús al que no reconoce, porque lo tiene por muerto definitivamente, “Señor, si tú te los has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”.

María oye su nombre pronunciado por ese desconocido y de inmediato reconoce. Se nos dice en la Escritura: Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón. Por este motivo María reacciona. Este momento es de gran importancia porque incluye la misión. Por un lado no debe aferrarse a la experiencia prepascual, de ahí que le pida le suelte. El mensaje que ha de llevar está ligado también a la razón que Jesús le da: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre.” A María le encarga Jesús que vaya a comunicar no sólo que