Dios mío, ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué lo permites?
A diario recibo correos de personas que me comentan:
“Nada funciona. Rezo. Ayuno. Y no veo una solución a mis problemas”.
Las comprendo. Me ha pasado igual. La vida no suele ser como esperamos. Tantas dificultades, y uno sin saber cómo salir adelante. Todo cuesta. He aprendido que, a pesar de esto, la vida suele ser una aventura maravillosa. Tengo 4 hijos, una bella esposa y muchos problemas que solucionar.
¿Qué hacer en esos difíciles momentos? Aquello que tiene sentido: “CONFIAR”.
Debes confiar plenamente en Dios, nuestro Padre. Si Él permite una prueba por algo será. Yo suelo comprender al final, cuando salgo adelante. Entonces sonrío y me digo:
“Ah… Por esto era”.
Sabemos que Dios es nuestro Padre. Un padre como Él, que es Amor, todo lo hace por el bien de sus hijos.
Entonces, ¿qué debo temer?
Me encanta la carta que santo Tomás Moro escribió a su hija antes de ser ajusticiado, su certeza que Dios nunca lo abandonaría:
“Aunque estoy convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad”.
Aprendí que cuando pasamos momentos difíciles es para nuestro crecimiento espiritual, fortalecer nuestra débil fe y aprender del santo abandono.
Nos toca hacer nuestra parte, no rendirnos, perseverar en la oración, anhelar la presencia de Dios, custodiar el estado de gracia como un tesoro y seguir caminando. Dar ejemplo a los demás con nuestras vidas. Santificarnos.
Ama la santa voluntad de Dios que es perfecta. No temas abandonarte en sus manos amorosas.
Llevo 12 años viviendo esta maravillosa experiencia espiritual y nunca dejo de sorprenderme.
Cuando atravieso un camino inhóspito, o algo me sobrepasa y no encuentro soluciones a mis problemas, hago lo que puedo, luego acudo a Jesús en el sagrario:
“Te lo entrego Jesús. Hice lo que pude. Ahora es tu problema. No puedo más”.
Increíble, al día siguiente aparecen varias soluciones que nunca vi. Recuerdo una vez que fui a verlo al sagrario sólo para decirle: “Eres lo máximo”.
¿Fácil? No lo es. Nos cuesta confiar. Solemos tener un pie en la tierra y otro en el cielo. Pero vale la pena. Créeme. Te cambia la vida.
Todo lo que se haga por el amor de Dios vale tu esfuerzo.
¡Dios te bendiga!
Fuente: Aleita