
Presentamos algunas claves para entender que no se
trata de un escrito cualquiera puesto que estamos frente a un misterioso
diálogo en donde Dios habla y cada uno de nosotros escuchamos y damos una
respuesta.
¿Cómo se lee
la Biblia?
Por: P. Alejo | Fuente: El ABC de las Sagradas
Escrituras
Se puede decir que la Biblia es uno de los libros
más leídos. Hay muchos libros de autores antiguos que se leen, pero
generalmente por especialistas o por iniciados en los temas correspondientes, pero
la Biblia es leída por personas de todos los niveles intelectuales. ¿A qué se
debe ese fenómeno?
Algunos leerán la Biblia por curiosidad -pocos-, la
mayoría porque en la Biblia espera encontrar respuestas a los interrogantes que
más afectan al hombre: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿cuál es el sentido de la
vida? ¿cómo encontrar la felicidad? ¿en qué consiste el verdadero amor?
Para algunos las respuestas que da la Biblia son
una opinión más, pero de mucho peso, ya que toda la cultura de occidente se ha
edificado sobre la sabiduría en ella contenida. Para otros, las respuestas que
da la Biblia son las respuestas, las únicas válidas para las aspiraciones más
profundas del hombre.
En cualquier caso, quien quiere llegar a algún
sitio ha de elegir el camino para conseguirlo. Si se ofrecen varios caminos, ha
de ponderarlos cuidadosamente y más cuidadosamente si el punto de llegada tiene
un interés capital, como lo es la cuestión de la felicidad. Si la Biblia es, al
menos, un camino que muchos han seguido y siguiéndolo muchos han llegado, es de
sentido común conocerla al menos para tomar las propias decisiones.
Antes de adentrarnos en la materia es necesario
hacer unas consideraciones preliminares. Esas consideraciones están orientadas
a conseguir la actitud mental adecuada para entender el mensaje y a configurar
el marco en el que se sitúa la Biblia.
El primer punto se refiere a los distintos modos
que los hombres tenemos para conocer la realidad. Salta a la vista que son
diferentes las actitudes mentales del matemático, del botánico, del economista,
del comerciante, del político, de la madre que conoce a su hijo. Y sin embargo
en todos los casos se tienen conocimientos verdaderos. ¿Cuál es la actitud
mental para conocer el mensaje de la Biblia?
El segundo pretende hacernos ver en qué se
distingue la Biblia de cualquier otro libro que pretenda también dar respuestas
a los interrogantes más profundos del hombre. La Biblia no es una exposición
científica acerca del universo, no es un tratado de antropología ni siquiera un
tratado de teología, en el sentido tradicional de la palabra.
La Biblia es un libro religioso que pretende
recoger la intervención de Dios en la vida de los hombres, el diálogo de amor
de Dios con los hombres. Y precisamente como se dirige a todos los hombres está
escrita en un lenguaje que todos puedan entender, el lenguaje común de las
gentes que convivieron con los autores de esos libros que componen la Biblia.
Por supuesto que en ese diálogo, como en todo diálogo, se dan a conocer sus
interlocutores, los fines e ideales de cada uno, los planes que tienen; en este
diálogo, además, uno de ellos, Dios, arroja luz sobre lo que es el otro, el
hombre.
Desde luego que existen otros libros que podemos
encuadrar dentro del género de «Libros religiosos» como son el Corán, las
Máximas de Confucio, el Zendavesta, incluso podríamos, si ampliamos mucho el
concepto, incluir aquí todas las mitologías. Alguno de esos libros nos habla de
Dios, otros de la constitución del mundo, del origen del mal, nos dan normas de
comportamiento. Pero, a diferencia de la Biblia, nos hablan de un Dios
imaginado por el hombre y de una constitución del mundo también imaginada por
el hombre, no de realidades.
La Biblia tiene la pretensión de hablarnos de un
Dios real, no construido por la imaginación del hombre, del origen del mundo
como algo real, no como una mitología, de unas normas de conducta enunciadas
por aquél que conoce al hombre. Pero no es esta la pretensión última de la
Biblia. La Biblia quiere transmitirnos un diálogo de amor de Dios con los
hombres, mejor aún, con el hombre, pero, aún más, quiere incorporarnos a cada
uno a un diálogo, personal, de amor con Dios.
Cuando hablamos de diálogo debemos notar que, en
cierto sentido, estamos hablando de la actividad más crucial para el hombre. Un
hombre sin diálogo es un solitario, incompleto, sin amigos, sin amor. La única
forma que tiene el hombre de comunicarse es abrirse al tú con el diálogo. Por
supuesto que el diálogo tiene distintos grados de profundidad y, dependiendo de
esos grados de profundidad, son los lazos de unión que establece. Desde la
relación comercial que se establece en un diálogo superficial con el vendedor
de la tienda, hasta la comunión de vida y amor que se establece en el diálogo
entre marido y mujer. Por supuesto que en el diálogo entran en juego todos los
medios de comunicarse que tienen los hombres.
Pues bien, ese diálogo al que pretende
incorporarnos la Biblia es un diálogo de amor con Dios en el que se establecen
vínculos tan estrechos y profundos que se puede hablar de amistad, filiación.
Más aún, pretende incorporarnos a ese "diálogo" eterno entre el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que la unión establecida por ese diálogo
se refleje en la Iglesia, es lo que pidió Jesucristo en su oración sacerdotal:
"ut omnes unum sint sicut tu pater in me et ego in te, ut sint unum sicut
et nos unum sumus" (Juan). Algunos místicos han llegado a decir que en la
unión con Dios el diálogo llega a ser: Dios dice al alma: todo lo mío es tuyo y
el alma dice a Dios: todo lo mío es tuyo.
¿Pero la Biblia no nos relata un diálogo que tuvo
Dios con hombres que ya murieron? ¿Cómo es posible que yo me incorpore a ese
diálogo? Efectivamente, la palabra del hombre es temporal, se pierde en la
historia, pero la de Dios es eterna y permanece siempre actual. Más aún, la
palabra del hombre, en la medida que es parte de ese diálogo con Dios, de
alguna manera participa de esa eternidad y de esa actualidad. Por eso puedo yo
incorporarme a ese diálogo que llamamos también revelación pública y
convertirlo en un diálogo personal: yo y Dios.
Por todo lo anterior se ve claro cuál es la
disposición que hemos de tener para leer la Biblia con fruto. Ha de ser una
disposición de fe y amor. Esto implica la vida de la gracia y la vida de
oración. Se trata en realidad no sólo de leer la Biblia sino de vivir dentro de
esa historia de amor que son el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
II. La Biblia. Generalidades.
1. Los
nombres de la Biblia
Los autores humanos de la Biblia no le pusieron
nombre a los libros que escribieron ni tampoco los firmaron. Tanto el nombre
genérico de la obra como el de cada libro en particular les fueron dados
posteriormente.
Los hebreos dividían la Biblia en tres grandes
secciones, cada una de ellas comprendía varios libros.
La primera sección la llamaban TORAH, que significa
LA LEY y comprendía los cinco primeros libros;
La segunda era LOS KETUBIM, que significa LOS
ESCRITORES, y a la última le llamaban LOS URIM, que quiere decir LOS PROFETAS.
El conjunto de todos ellos se designaba como LAS
SAGRADAS ESCRITURAS.
Al aparecer el cristianismo se sumaron a los
antiguos libros hebreos los escritos de los Apóstoles y discípulos suyos que
transmitieron la vida y doctrina de Jesús, y estos nuevos libros Sagrados
fueron recibidos con igual veneración por los primeros Cristianos y juntados a
los antiguos libros sagrados Hebreos. Fue entonces cuando este conjunto de
Libros Sagrados escritos por inspiración de Dios en número total de 73, comenzó
a recibir diversos nombres. Se le llama: PALABRA DE DIOS, SAGRADA ESCRITURA,
ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO y, finalmente, LA BIBLIA.
¿Por qué esos nombres tan diversos? Como veremos a
continuación, cada uno de ellos expresa aspectos importantes de lo que es la
Biblia.
Se llama SAGRADA ESCRITURA para expresar que no se
trata un libro en el que se puedan buscar enseñanzas de tipo científico, y que
tampoco es un tratado de filosofía o de teología. Ese nombre nos hace ver que
se trata de un libro exclusivamente religioso que pretende unirnos a Dios,
expresando de manera que entienda todo mundo lo que Dios nos dice para que le
amemos y seamos felices.
La palabra griega diatheke, empleada para traducir
el hebreo berith, alianza, es también susceptible de tener el sentido de
testamento. El autor de la epístola a los Hebreos jugará deliberadamente sobre
este doble sentido posible, para señalar cuán estrecho es el enlace entre la
nueva alianza y la muerte de Cristo (indicada en las palabras de la
consagración del cáliz en la cena), y de ahí la expresión de Nuevo Testamento
que en todas las lenguas será tomada como sinónima de nueva alianza. Como la
nueva alianza viene a sustituir la nueva de aquí surgen otras dos
denominaciones de la Biblia.
Antiguo y
Nuevo Testamento
La misma palabra testamento que nos trae a la mente
la idea de la expresión de los últimos deseos de un padre antes de morir, que
deja a sus hijos la herencia de bienes y buenos deseos. Así también nos dice
que Dios nos deja una herencia para que seamos felices.
ANTIGUA Y NUEVA ALIANZA nos descubre que Dios ha
hecho dos alianzas con los hombres y que en la Biblia están consignados los
términos de ellas. Que ha habido esas alianzas significa que existe un
compromiso mutuo entre Dios y la humanidad. La Antigua Alianza fue rota, como
luego veremos, no por Dios sino por el pueblo de Israel, pero Dios promete una
nueva y definitiva Alianza que tendrá lugar en Cristo.
Finalmente el nombre más común para designar los
libros santos es el de BIBLIA, expresión que proviene del griego. Si se
considera que procede de "Ta Biblia" significará "El
libro", como si dijésemos que ese es el libro por excelencia, el libro de
los libros. Si se toma como originado en "Ton Biblion", significará
los libros, expresión que nos hace ver que se trata de una pequeña biblioteca,
un conjunto de 73 libros muy distintos entre sí, escritos en diversas
circunstancias, en géneros literarios muy diferentes y en un lapso de tiempo
muy prolongado. Desde que se escribió el primer libro hasta que se escribió el
último de ellos transcurrieron muy probablemente 1600 años.
2. Temas de
la Biblia
Si bien es verdad que podemos leer aisladamente los
libros de la Biblia y nos dejarán un mensaje bueno y útil para la vida, los 73
libros que la componen, a pesar de su diversidad, tienen un tema común. Todos
giran alrededor de la PALABRA DE DIOS, del DABAR YAHWÉH. Como veremos más
adelante, San Juan en el prólogo de su evangelio llama a Cristo Logos, que
equivale a Verbo en latín y a Palabra en castellano.
Este único tema lo desarrolla la Biblia en 46
libros del Antiguo Testamento -antes de la venida de Cristo- y 27 del Nuevo
Testamento -después de la venida de Cristo-. Pero no obstante el tema único la
forma literaria y el contenido de todos esos libros es diverso. Atendiendo a
estas últimas características se pueden clasificar en tres clases distintas
perfectamente definidas.
LIBROS HISTÓRICOS. Tratan de narrar, a su manera,
acontecimientos realmente sucedidos, aunque no pretendan ser una historia en el
sentido técnico de la palabra.
La doctrina, un mensaje, valiéndose a veces de
imágenes, alegorías, parábolas o recursos poéticos.
LIBROS PROFÉTICOS. Tienen como objetivo principal
recordar la Alianza con Dios. A la luz de esa alianza explican sucesos
presentes al profeta y también anuncian acontecimientos futuros, para exhortar,
sostener la esperanza y la fidelidad, advertir, etc.
Por supuesto que historia, doctrina y profecía se
pueden encontrar en todos los libros de la Biblia, aunque cada libro se dedique
más a uno de esos aspectos. En el Antiguo Testamento encontramos 21 libros
históricos, 7 doctrinales y 18 proféticos. En el Nuevo Testamento tenemos 5
históricos, 21 doctrinales y 1 profético.
Fuente:
http://es.catholic.net/op/articulos/59161%20/guia-para-leer-las-sagradas-escrituras