Los cantos y la liturgia (cantos en misas)

El papa San Pío X, en su motu proprio “Tra le sollecitudici” (-TLS- #2) nos dice que la música litúrgica tiene tres características básicas: santidad, belleza y universalidad. En esta ocasión indaguemos sobre la santidad que ha de adornar la música litúrgica a la luz de algunos documentos de la Iglesia, recordando que antes de imponer nuestros criterios personales hay que formarse consultando a nuestra madre la Iglesia.

San Pío X nos enseña que la música litúrgica “debe ser santa y, por lo tanto, excluir todo lo profano, y no sólo en sí misma, sino en el modo con que la interpreten los mismos cantantes” (TLS 2). “Profano” es antónimo de “sagrado”: no significa “malo” o “pecaminoso”. En los documentos preconciliares sobre música se hablaba de “música sagrada”. Su equivalente moderno es “música litúrgica”. San Pío X promovió el que la música destinada al culto divino no fuese la misma que se escuchara fuera del templo. En esa época (1903) la moda musical de los templos era la música del teatro. San Pío X nos recuerda que cada música tiene su lugar y su función. 

El modelo musical en la liturgia nunca ha de ser la música secular o “profana”. Por eso el papa Pío XII, en su encíclica Músicæ sacræ disciplina #12 (del 1955) dice que la música litúrgica no ha de admitir ni insinuar nada que sepa a “profano”, por lo que presenta el canto gregoriano como el canto perfecto para el culto litúrgico.

El Beato Juan Pablo II nos dice en su “Quirógrafo” con motivo de los cien años del documento del papa San Pío X (validando sus enseñanzas para los tiempos modernos) que: “De acuerdo con las enseñanzas de san Pío X y del Concilio Vaticano II, es preciso ante todo subrayar que la música destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la santidad: De hecho, ‘la música sagrada será tanto más santa cuanto más estrechamente esté vinculada a la acción litúrgica’ (Sacrosanctum Concillium 112).

Precisamente por eso, ‘no todo lo que está fuera del templo (profanum) es apto indistintamente para franquear sus umbrales’, afirmaba sabiamente mi venerado predecesor Pablo VI… y precisaba que ‘si la música -instrumental o vocal- no posee al mismo tiempo el sentido de la oración, de la dignidad y de la belleza, se impide a sí misma la entrada en la esfera de lo sagrado y de lo religioso’” (#4). Y continúa: “no todas las expresiones de las artes figurativas y de la música son capaces de expresar adecuadamente el Misterio, captado en la plenitud de la fe de la Iglesia. Por consiguiente, no todas las formas musicales pueden considerarse aptas para las celebraciones litúrgicas” (Ib). Juan Pablo II añade en el mismo número que no toda la “música sagrada” es apta para la liturgia. No porque una canción hable de Dios es “litúrgica”.

El Directorio Litúrgico “La Eucaristía” (##118-120), de la Comisión Nacional de Liturgia de P. R., nos dice que la santidad de la música “se refiere a su propiedad para el uso en la liturgia. ‘La Iglesia no rechaza en las acciones litúrgicas ningún género de música sagrada, con tal que responda al espíritu de la misma acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes, y no impida la debida participación del pueblo’” (Músicam Sacram 9). 

Este Directorio nos ofrece dos criterios muy útiles:  Los cantos han de provenir preferiblemente de textos de inspiración bíblica, litúrgica o de santos y han de evocar la historia salvífica y las experiencias de fe; la música ha de servir al texto. “La música ‘profana’ se excluye del culto litúrgico por su finalidad (fue hecha para oírse o bailarse y no para participar; es ajena al rito litúrgico); por su contenido (puede no ser apropiada; puede corromper el texto); y por la intención del autor (que no fue usarla en el templo)” (Directorio 119).

Los criterios expuestos hay que aplicarlos según nuestra realidad y nuestros recursos. Eso no quita que podamos revisar los textos de nuestros cánticos y el tipo de música que usamos (compositores, propósito de la canción –litúrgico, comercial, para retiros, etc.-, de inspiración bíblica o litúrgica, etc.). Muchas veces tenemos guitarras y cuatros y usamos música propia de nuestra cultura (y de otras), música “profana”, para los efectos. ¿Contradice esto la santidad de la que hemos hablado? ¡Claro que no! Sobre esto y otros puntos abundaremos en los próximos artículos


1COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA DEL CALLAO
“LOS EQUIPOS PARROQUIALES DE LITURGIA EN EL ADVIENTO”
Manuel Burgos Maldonado
e-mail: manone75@gmail.com
man_one75@hotmail.com

1. La Música Litúrgica
1.1. La Liturgia
La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde se deriva toda su virtud. (Cf. SC 10)
  • Mediante la liturgia se realiza la obra de nuestra redención. (Cf. SC 2)
  • En Cristo se realizo plenamente nuestra reconciliación con Dios y se nos dio la plenitud del culto divino (Cf. SC 5, 1Tim 2, 5)
  • Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt 18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno (Cf. SC7).
  • En la Liturgia de la Iglesia, la bendición divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la fuente y el fin de todas las bendiciones de la Creación y de la Salvación; en su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros, nos colma de sus bendiciones y por él derrama en nuestros corazones el Don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo. (Cf. CEC 1081)
  • Los sacramentos forman un organismo en el cual cada sacramento particular tiene su lugar vital. En este organismo, la Eucaristía ocupa un lugar único, en cuanto "sacramento de los sacramentos": "todos los otros sacramentos están ordenados a éste como a su fin" (S. Tomás de A., s.th. 3, 65,3). (Cf. CEC 1210)
Para profundizar
La obra de Cristo en la Liturgia (Cf. CEC 1083 – 1089)
El Espíritu Santo y la Iglesia en la Liturgia (Cf. CEC 1090 – 1108)

1.2. Principales definiciones de música litúrgica
La música forma parte de la liturgia y no es sino su humilde sierva. (Cf. TLS 23)
Se entiende por Música Sagrada aquella que creada para la celebración del culto divino, posee las cualidades de santidad y perfección de formas. (Cf. MS 4a)

1.3. Características de la música litúrgica
Debe ser santa (Cf. TLS2)
Que nada admita – ni permita, ni insinúe en las melodías con que es presentada- que sepa a
profano. (Cf. MSE 12)
Sera mas santa cuando más íntimamente se halle unida a la acción litúrgica (Cf. SC 112)
Debe tener arte verdadero (Cf. TLS 2)
Debe ser universal (Cf. TLS 2)

2 1.4. Finalidad de la música litúrgica
o La finalidad de la música Sacra es la Gloria de Dios y la santificación de los fieles. (Cf. SC 112) o Todos a una se esfuercen por conseguir el verdadero fin de la música sagrada, que es la
Gloria de Dios y la santificación de los fieles. (Cf. MS 4)

1.5. Importancia de la Música Litúrgica
Nadie duda hoy ya de la importancia del canto en una celebración litúrgica, sea de la naturaleza que sea (Eucaristía, Liturgia de las Horas, Celebración de la Palabra...). La Iglesia ha manifestado repetidas veces su preferencia por la celebración con canto, porque «mediante la unión de las voces se llega mejor a una más profunda unión de corazones», y porque «nuestro Dios merece una alabanza armoniosa» (Sal 146,1); «Cantare al Señor mientras vi va, tañere para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi poema, y yo me alegrare con el Señor» (Sal 140,33-34); «Dios mío, te cantare un cantico nuevo, tañeré para ti el arpa de diez cuerdas» (Sal 144,9); «Dichoso el pueblo que sabe aclamarte» (Sal 89,16) canta el salmista.

1.6. ¿Tradicionalismo vs. Vanguardismo?
Hay en nuestros tiempos actuales varias corrientes o tendencias en lo que a la música Litúrgica
concierne. Una desde lejos tradicionalista, que confía en las normas y principios establecidos por la Iglesia, dispuestos a asumir los retos que la realización de sus Ministerios les compete.

Y otra más contagiada por las modas musicales contemporáneas, que propone incluir ciertas formas musicales otrora muy criticadas. Incluso se aventuran a experimentar dentro de la liturgia con textos, melodías, formas rítmicas e instrumentos hoy considerados inadecuados.

Si bien es cierto, la realización de los ritos se va enriqueciendo y actualizando con las configuraciones culturales de cada pueblo en el correr de los tiempos, es menester de las autoridades eclesiásticas modificar las normas y sus aplicaciones sobre la música litúrgica. Mientras tanto debemos remitirnos a la normativa expresada por la Iglesia a través de los documentos papales y o episcopales según corresponda.

2. Los Documentos del Magisterio de la Iglesia referentes a la música
2.1. Principales documentos
  • Tra le Sollecitudini [San Pio X] (22-11-1903) (TLS)
  • Divini Cultus Sanctitatem [Pio XI] (20-12-1928) (DCS)
  • Musicae Sacrae [Pio XII] (25-12-1955) (MSE)
  • De Música Sacra et Sacra Liturgia (03-09-1958) (DMSETL)
  • Sacrosanctum Concilium [Concilio Vaticano II] (04-12-1963) (SC)
  • Musicam Sacram [Sagrada Congregación de Ritos - Pablo VI] (09-02-1967) (MS)
  • Directorio Litúrgico para las Misas con participación de niños [Congregación para el Culto
  • Divino] (10-11-1973)
  • Ordenación General del Misal Romano (OGMR 2002)

2.2. Conceptos clave
La reforma litúrgica de nuestros tiempos iniciada por San Pio X ha producido una serie de documentos, encíclicas, normas, decretos, constituciones, entre otros, referidos a la liturgia; y muchos de ellos específicamente a la música sacra.

Estos documentos apuntan siempre a los anteriores sirviéndose de las bases formativas plasmadas y actualizándolas. Ningún documento anula a los anteriores, es más, muchos de ellos hacen hincapié en cumplir con las normas indicadas en documentos previos. Sobre la validez de los documentos a través de tiempo. (Cf. DCS 24, MSE Introducción)

3 2.3. Importancia de los documentos
Es solo a través de estos documentos del magisterio de la Iglesia que disponemos de un canal adecuado para poder estudiar las normas y principios aplicados a la música litúrgica a fin de llevarlas a la práctica con sumo cuidado y responsabilidad.

Estos documentos además nos muestran históricamente la evolución de nuestra liturgia, enriqueciendo nuestra comprensión del rito y de lo que allí celebramos.

3. La música litúrgica en el adviento

3.1. El Adviento 
Es un tiempo de esperanza y de alegría, esperando a Jesús que nace y que viene al final de la historia. Su ritmo se lo dan cuatro domingos, el primero de los cuales es el “año nuevo” de la Iglesia. En el pasado el Adviento era más penitencial, de lo cual quedan dos signos: el color morado y la supresión del canto del Gloria hasta la Navidad.

Hoy, en cambio, se acentúa la conversión, necesaria antes de todo momento fuerte de la fe. En el Adviento se vive una doble espera, esperamos el nacimiento de Jesús en Belén y esperamos su venida definitiva, cuando vendrá a instaurar para siempre el Reinado de Dios que ya está en medio nuestro desde que vivió entre nosotros.

Es un tiempo de esperanza, de gozo, de expectativa confiada, y ése es el carácter que prevalece en los cantos.

3.2. El uso de los instrumentos
Sobriedad en el uso de los instrumentos para reflejar el carácter de austeridad del tiempo. El órgano, o cualquier otro instrumento permitido, pueden seguir sonando en las celebraciones, pero únicamente para sostener el canto: nunca deberán volver a sonar, sino hasta la Navidad.

3.3. El Gloria
Durante el adviento guardamos la mejor iluminación y otras ornamentaciones para cuando llegue la Navidad. Y por eso también, durante el Adviento no cantamos el Gloria, que es el himno de los ángeles en Belén: en Navidad lo cantaremos con toda propiedad.

3.4. El aleluya
Durante el Adviento no dejamos de cantar el Aleluya.

3.5. Cantos propios del tiempo
Debe ponerse especial cuidado en la selección de cantos para este Tiempo, evitando la utilización de los que se han venido cantando durante todo el Tiempo Ordinario. 

Es importante tener el repertorio de la comunidad cantos propios de Adviento, y cantarlos sólo en este tiempo. Así, cuando los cantamos, experimentamos, casi sin darnos ausenta, el tiempo en el que estamos.
 

Porque el canto es una de las más eficaces formas de que penetren en nuestro interior sentimientos y actitudes.  Un error que a menudo se comete en este tiempo, es la interpretación de Villancicos. Debe recordarse que éstos son propios del Tiempo de Navidad y no del Tiempo de Adviento, pues cantan la alegría de los hombres y de los ángeles por el Niño nacido en Belén. Por tanto, es necesario seleccionar cantos acordes al tiempo litúrgico, en consonancia y concordancia con los textos litúrgicos y bíblicos tan especiales y propios de éste Tiempo.
    3.6. La corona del adviento
    Consiste en una corona de ramas verdes, colocada en un lugar visible y digno, y que sostiene
    cuatro velas vistosas por los cuatro domingos de Adviento (3 moradas para el primero, segundo y cuarto domingos, y una rosada para el tercer domingo).

    Y lo que se hace es encender el primer domingo, una vela, el segundo, dos velas, el tercero, tres, y el cuarto las cuatro, mientras se dice una oración, o se canta un canto, o se lee una lectura.

    4. Principales normas sobre la Música Litúrgica
    • No es lícito que por razón del canto o la música se haga esperar al sacerdote en el altar más tiempo del que exige la liturgia. (Cf. TLS 22)
    • Ha de condenarse como abuso gravísimo que, en las funciones religiosas, la liturgia quede en lugar secundario y como al servicio de la música. (Cf. TLS 23)
    • Haya en todos los coros una persona competente que vele por la observancia de las reglas litúrgicas y del canto coral, y corrija en la práctica los defectos del coro y de cada uno de sus componentes (Cf. DCS 13)
    • En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y solo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas. (SC 28)
    • Para promover la participación activa se fomentaran las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos… guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado. (Cf. SC 30)
    • Sobre las melodías musicales, si no tienen ningún sabor a profano, ni desdicen de la santidad del sitio o de la acción sagrada, ni nacen de un prurito vacio de buscar algo raro o maravilloso, se les debe incluso abrir las puertas de nuestros templos… sin embargo, donde falten los medios o la habilidad competente, es preferible abstenerse de tales intentos, antes que producir una obra indigna del culto divino y las reuniones sagradas. (Cf. MSE 17)
    • Como en ciertas regiones, principalmente en las Misiones, hay pueblos con una tradición musical propia… dese a esta música la debida estimación. (Cf. SC 119)
    • Los compositores verdaderamente cristianos, deben sentirse llamados a cultivar la Música Sacra y acrecentar su tesoro. Compongan melodías que presenten las características de verdadera
    • Música Sacra. (Cf. SC 121)
    • Siempre que pueda hacerse una selección de personas para la acción litúrgica que se celebra con canto, conviene dar preferencia a aquellas que son más competentes musicalmente. (Cf. MS 8)
    • Cuando en el grupo de cantores hay también mujeres, dicho grupo se ha de situar fuera del presbiterio. (Cf. MS 23)
    • Consérvese la distinción de misa solemne, misa cantada y misa rezada. (Cf. MS 28)
    • Tampoco se descuide el tiempo precioso de acción de gracias después de la Comunión: además de un canto oportuno, puede ser también muy útil permanecer recogidos en silencio. (Sacramentum Caritatis 50)
    • Ciertamente, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto. A este respecto, se ha de evitar la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no respetuosos del sentido de la liturgia. (Sacramentum Caritatis 42)
    4.1 Sobre los textos de los cantos
    Los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica, mas aun deben tomarse principalmente de la Sagrada escritura y de las fuentes litúrgicas. (Cf. SC 121)

    En el Motu Proprio Tra le Sollecitudini (22/11/1903: AAS 36 (190) 329-339), establecía que: «Estando determinados para cada función litúrgica los textos que han de ponerse en música y el orden en que se deben cantar, no es lícito alterar este orden, ni cambiar los textos prescriptos por otros de elección privada, ni omitirlos enteramente o en parte…», y también: «El texto litúrgico ha de cantarse como está en los libros, sin alteraciones o posposiciones de palabras, sin repeticiones indebidas, sin separar sílabas, y siempre con tal claridad que puedan entenderlo los fieles».

    La Instrucción Redemptionis Sacramentum, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (25/03/2004: AAS 96 (2004) 549-601), dice: «Cese la práctica reprobable de que sacerdotes, o diáconos, o bien fieles laicos, cambian y varían a su propio arbitrio, aquí o allí, los textos de la sagrada Liturgia que ellos pronuncian. Cuando hacen esto, convierten en inestable la celebración de la sagrada Liturgia y no raramente adulteran el sentido auténtico de la Liturgia». Ahora bien, el “Gloria”, el “Santo” y el “Cordero de Dios” son textos litúrgicos, pues se contienen en el Misal, que es un libro litúrgico. El “Kyrie”, el “Gloria”, el “Credo”, el “Sanctus/Benedictus” y el “Agnus Dei” conforman lo que se llama el “Ordinario de la Misa” (las partes invariables que se cantan en la Misa), en contraposición a los cantos de ingreso, ofertorio y comunión, cuyas antífonas varían según las diferentes celebraciones del calendario litúrgico.

    5. La precedencia de los cantos en la liturgia
    Para la misa cantada y por razones de utilidad pastoral, se proponen varios grados de participación a fin de que resulte más fácil, conforme a las posibilidades de cada asamblea, mejorar la celebración de la misa por medio del canto.

    El primer grado puede utilizarse solo, el segundo y tercer grado no serán empleados integra o
    parcialmente, sino con el primer grado. Así los fieles serán siempre orientados hacia una plena
    participación en el canto. (Cf. MS 28)
    Pertenecen al primer grado (Cf. MS 29)

    a) En los ritos de entrada
    • El saludo del sacerdote con la respuesta del pueblo
    • La oración
    b) En la liturgia de la palabra
    • Las aclamaciones al Evangelio
    c) En la liturgia eucarística
    • La oración sobre las ofrendas
    • El prefacio con su dialogo y el sanctus
    • La doxología final del canon
    • La oración del señor – Padrenuestro – con su monición y embolismo
    • El Pax Domini
    • La oración después de la comunión
    • Las formulas de despedida
    Pertenecen al segundo grado (MS 30)
    a) Kyrie, Gloria y Agnus Dei
    b) El Credo
    c) La oración de los fieles
    Pertenecen al tercer grado (MS 31)
    a) Los cantos procesionales de entrada y de comunión
    b) El canto después de la lectura o la epístola
    c) El alleluia antes del evangelio
    d) El canto del ofertorio
    e) Las lecturas de la sagrada escritura, a no ser que se juzgue más oportuno proclamarlas sin canto.

    6. Los instrumentos en la Liturgia
    Permitidos
    • En algún caso particular y con los debidos miramientos, podrán admitirse otros instrumentos (además del órgano); pero no sin licencia especial del ordinario… (TLS 15)
    • Además del órgano hay otros instrumentos que pueden ayudar eficazmente a conseguir
    • el elevado fin de la música sagrada, con tal que nada tengan de profano, estridente o
    • estrepitoso… Sobresalen el violín y demás instrumentos de arco. (MSE 17)
    • Se tenga en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional. (SC 120) 
    • En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, estén a tono con la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles. (SC 119, MS 62).
    • Para admitir instrumentos y para servirse de ellos se tendrá en cuenta el carácter y las costumbres de cada pueblo. Los instrumentos que, según el común sentir y el uso normal, sólo son adecuados para la música profana serán excluidos de toda acción litúrgica, así como de los ejercicios piadosos y sagrados88. Todo instrumento admitido en el culto se utilizará de forma que responda a las exigencias de la acción litúrgica, sirva a la belleza del culto y a la edificación de los fieles. (MS 63) o Como sustituto (del órgano de tubos), el órgano electrónico puede ser tolerado temporalmente para las funciones litúrgicas, si los medios para obtener incluso un órgano de tubos pequeños no están disponibles. En cada caso, sin embargo, es requerido el permiso explícito del Ordinario local. Él, por su parte, debe consultar a la
    • Comisión diocesana de música sacra, y otros formados en este campo, que pueden hacer sugerencias para la prestación de un instrumento más adecuado para el uso sagrado. (DMSESL 64)
    •  Otros instrumentos, además del órgano, especialmente los más pequeños instrumentos de arco, se puede utilizar durante las funciones litúrgicas, especialmente en los días de mayor solemnidad. Estos pueden ser utilizados junto con el órgano o sin él, para los números instrumentales o para acompañar el canto. No obstante, las siguientes reglas derivadas de los principios antes mencionados (no.60) son estrictamente observadas: (DMSESL 68)
      a) Los instrumentos son realmente adecuados para el uso sagrado;
      b) Se tocan con tanta seriedad y devoción religiosa que se evita cualquier sugerencia de la música secular estridente, y fomentan la devoción de los fieles;
      c) El director, organista y otros instrumentistas deben estar bien entrenados en técnicas instrumentales, y las leyes de la música sacra.

    No permitidos
    • Está prohibido en las iglesias el uso del piano, como todos los instrumentos fragorosos o
    • ligeros, como el tambor, el chinesco, los platillos y otros semejantes (TLS 19)
    • Esta rigurosamente prohibido que las llamadas bandas de música toquen en las iglesias
    • (TLS 20)
    ¿Cuáles son los instrumentos que sirven para "sostener el canto"?
    Como el canto debe dominar siempre, el órgano y los demás instrumentos deben sostenerlo sencillamente y no oprimirlo. (TLS 16) El sonido de los instrumentos jamás debe cubrir las voces ni dificultar la comprensión del texto. (MS 64)

    7 Sobre la ejecución y el uso de los instrumentos
    Debido a la naturaleza, la santidad y la dignidad de la sagrada liturgia, la reproducción de cualquier instrumento musical debe ser lo más perfecta posible. Sería preferible omitir por completo el uso de instrumentos (ya sea el órgano solo, o cualquier otro instrumento), que reproducen de una manera inadecuada para su propósito. Como regla general, es mejor hacer algo bien, sin embargo modesto, que intentar algo más
    elaborado, sin los medios adecuados. (DMSESL 60.a)

    Debe ser tomada en consideración la diferencia entre la música sacra y música secular.

    Algunos instrumentos musicales, como el órgano clásico, son naturalmente adecuados para la música sacra, otros, tales como instrumentos de cuerda que se tocan con un arco, se adaptan fácilmente a uso litúrgico. Pero hay algunos instrumentos que, por estimación común, están tan asociados con la música secular que no son del todo adaptables para el uso sagrado. (DMSESL 60.b)
     
     Por último, sólo los instrumentos que son personalmente tocados por un ejecutante se
    usan en la sagrada liturgia, no así los que se tocan mecánica o automáticamente.
    (DMSESL 60.c)

    7. Problemática de los coros parroquiales
    • Falta de material
    • Falta de comunión entre: equipo litúrgico, cantores, párroco
    • Falta de formación musical y litúrgica
    • Falta de disposición cristiana para ejercer los Ministerios litúrgico-musicales
    CONCLUSION
    C1. Sugerencias para escoger adecuadamente los cantos.
    • Disponer anticipadamente de las lecturas que corresponden a la celebración.
    • Conseguir homilías y comentarios teológicos sobre las lecturas de la celebración a fin de formarse un correcto sentido de la celebración y del trasfondo teológico de la celebración.
    • Disponer de un buen cantoral que minimice el riesgo de escoger cantos inadecuados.
    • Disponer de las partituras, audio y datos de los cantos propuestos a fin de verificar que se den los criterios básicos para ser considerados apropiados para la celebración.

    C2. Es necesario el uso del lenguaje musical
    El monje Guido De Arezzo, que hoy hace cerca de mil años, llamado a Roma por el Sumo Pontífice, expuso los felices resultados del sistema por él hábilmente inventado para fijar, conservar y divulgar más fácilmente y con mayor esplendor de la Iglesia y del Arte aquella melodía litúrgica que trae su origen de los primeros días del Cristianismo.

    En el glorioso templo Lateranense, primer lugar donde San Gregorio Magno, recogiendo, ordenando y acreciendo el tesoro de la monodia sagrada, herencia y monumento de los Santos Padres, había instituido la famosa Escuela que había de perpetuar la interpretación genuina y tradicional de los cantos litúrgicos, allí el monje Guido hizo la primera experiencia de su invento, delante del clero de Roma, y en presencia del mismo Sumo Pontífice, el cual, aprobando y elogiando la innovación, procuró que ésta se pudiese poco a poco difundir por todas partes, con inmensas ventajas para todo género de música.
    Este lenguaje ha evolucionado hasta nuestros tiempos (notación moderna) proporcionando todos los recursos para expresar la música de manera escrita, a saber las principales características de esta: altura, duración, intensidad y modificadores expresivos o de interpretación.
    Este lenguaje nos permite mantener la invariabilidad de las melodías a través del tiempo, y que al ejecutarlas con precisión, podamos también mantenerlas invariables en los distintos lugares donde se cante. Además que resulta una ayuda grandiosa para no tener que memorizar cientos de cantos.

    8 C3. Importancia de la recuperación del canto Gregoriano.
    • El canto Gregoriano nunca fue descartado por el concilio vaticano II.
    • Sigue siendo el canto oficial de la Iglesia Católica de rito romano (TLS 3).
    • La iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana. (SC 116)
    • Exhortación Apostólica del Papa Benedicto XVI sobre la sagrada liturgia.
    • Si bien se han de tener en cuenta las diversas tendencias y tradiciones tan loables, deseo, como han pedido los Padres sinodales, que se valore adecuadamente el canto gregoriano como canto propio de la liturgia romana. (Sacramentum Caritatis 42) o Más en general, pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa Misa en latín, además de utilizar textos latinos y cantar en gregoriano; se procurará que los mismos fieles conozcan las oraciones más comunes en latín y que canten en gregoriano algunas partes de la liturgia.(Sacramentum Caritatis 62)

    C4. Cultivar también la polifonía clásica.
    Los demás géneros de Música Sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera quedan
    excluidos en la celebración de los Oficios Divinos, si responden al espíritu de la Liturgia. (SC 116)
    Es necesario también que cultivemos otro tipo de música, que desarrolle las capacidades musicales de los coros. Es allí que la polifonía clásica y moderna presta su ayuda no solo potenciando las habilidades de los cantores sino enalteciendo con su arte y belleza la sagrada liturgia.

    C5. Exhortación al cuidado y revaloración de la música litúrgica.
    El canto litúrgico es algo vivo, que se va enriqueciendo a través del tiempo. Este ayuda a crear el sentido de comunidad de la Iglesia orante que eleva sus alabanzas a Dios en la Liturgia. Por lo tanto debemos cuidarlo como perla preciosa que ofreceremos a Dios, guardándolo de manchas y defectos.

    Cantamos nuestra fe, cantar la fe es confesarla y confesarla requiere una experiencia de vida, por lo tanto pongámonos también a tono, para que no solo alabemos a Dios con nuestro canto sino también con nuestras vidas.

    Pongamos todo nuestro esfuerzo en aprender y revalorar los cantos que la Iglesia ha ido conservando a través de los siglos y en estos últimos tiempos, hermosos textos que realmente confiesan nuestra fe y melodías sublimes que elevan nuestras almas hacia Dios.

    9 APENDICE
    A1. El canto litúrgico es repetición y novedad
    El canto litúrgico, como el rito y la liturgia misma, es por su naturaleza repetición, memoria, costumbre social, a la
    vez que novedad y actualización.

    1 El canto, como la liturgia, es repetitivo, pero siempre se estrena. El Kyrial, por ejemplo, era repetitivo a través del año y, a la vez, era novedad, variedad. Cada tiempo litúrgico tenía su canto específico que se cantaba año tras año. El mismo canto tenía el poder evocador del tiempo: el «Rorate coeli» en Adviento; «Adeste, fideles» en Navidad; «Attende, Domine» en Cuaresma; «Victimae paschali laudes» en Pascua; «Veni, Sancte Spiritus» en la fiesta de Pentecostés…

    2 Eran cantos, secuencias o himnos repetitivos, específicos del tiempo litúrgico que se celebraba y evocadores del tiempo; que pertenecían a la «memoria colectiva» de la comunidad, pero que cada año se estrenaban y resultaban nuevos.

    El pasado nos enseña con su pedagogía de muchos siglos. Nosotros podríamos seleccionar los cuatro o cinco cantos más específicos y representativos para cada tiempo litúrgico de entre todo lo que se ha compuesto en nuestra etapa postconciliar. Al escucharlos de nuevo cada año, estos cantos evocaran a la asamblea el tiempo en que estamos y la ambientaran en el espíritu de ese tiempo. Una vez terminado el tiempo, esos cantos seleccionados ya no se vuelven a cantar hasta otro año.
    En la música sagrada debemos distinguir la música litúrgica, ritual, de otras músicas religiosas que tienen su empleo preferencial en conciertos, recitales o en otros actos religiosos (reuniones espirituales, actos devocionales, catequesis, convivencias, etc.) fuera de la liturgia; es decir, con palabras de J. Carbures, debemos distinguir «la música para cantar la fe en la liturgia, de la música para cantar la fe en otro lado»

    3. En nuestra sociedad, cada vez se escucha y hay más música, pero cada vez se canta menos colectivamente. Quizá  sea la Iglesia, con la celebración litúrgica dominical, uno de los pocos reductos de canto colectivo, de canto comunitario, que quedan en nuestra sociedad. Al estar tan saturados de escuchar sonidos electroacústicos (radio, televisión…), ¿no tendríamos que reservar el espacio sagrado y el tiempo de la celebración para cantar/escuchar otras músicas, otros cantos, otros géneros y estilos musicales? ¿No existe un género musical litúrgico que es, fundamentalmente, colectivo, monódico, melódico y servidor del texto, aunque la Iglesia no desdeñe otros géneros musicales?
    A2. La dispersión de nuestras asambleas en el canto litúrgico
    El problema actual de nuestras asambleas en lo referente al canto podríamos catalogarlo como un problema de dispersión, debido a la proliferación de cantos, cantorales, cassetes…, así como a la variedad de comunidades y grupos religiosos, e incluso a la multiplicidad de criterios y tendencias para seleccionar los cantos e ir elaborando poco a poco un repertorio significativo.
    A2.1. El canto debe contribuir a la comunión y no a la dispersión de los participantes
    ¿Qué pasaría si cada domingo, al acudir a la celebración nos encontráramos con cantos nuevos? Seguramente no nos sentiríamos participantes y preferiríamos que los interpretaran otros, convirtiéndonos así en espectadores pasivos durante la celebración, Por otro lado, perderíamos la memoria colectiva que se va formando cuando toda la asamblea canta y alaba a Dios con gusto, con alegría y con sencillez, reduciéndonos a la pura memoria personal:
    «este canto me gusta», y no «este canto no me gusta, nos vale, nos ayuda, etc.»

    ¿Qué pasaría si al acudir a una fiesta de cumpleaños, le cantamos al amigo «cumpleaños feliz» con distintas versiones musicales? Dejarían de ser cantos colectivos que unifican, propios de esas celebraciones o momentos comunitarios, y no servirían para expresar la fiesta de todos juntos, la alegría; en definitiva, no crearían comunidad ni cumplirían el cometido para el que están pensados. Seguramente, en estos casos resaltaría la melodía del grupo que mayoritariamente conoce tal versión musical o que más grita, en detrimento de los demás que la saben con otra música.
    1 Cf. Universa Laus, La música en las celebraciones litúrgicas cristianas, 8,2.
    2 Antes de la reforma conciliar, Pentecostés constituía un tiempo litúrgico aparte. A partir de la reforma, constituye la culminación del Tiempo Pascual. 
    3 J. Carbures, «El cant, participació en la liturgia» en (AA. VA.) III Congrés de liturgia de Montserrat, CPL, Barcelona 1993, 357-358.  

    10 A2.2. Sentirnos todos unidos en un mismo canto
    Algo de todo esto sucede también con el canto litúrgico. En unas ciudades se utilizan unos cantos que no se conocen en otras; unas comunidades saben unos cantos que otras desconocen; y cuando se juntan gentes de diversas comunidades o provincias, no se sabe que canto elegir. Para ensayar no hay tiempo, y la solución que le damos es la del mínimo esfuerzo; recurrir a los cantos archiconocidos y desgastados por el uso. La dispersión es grande, y el recurso es siempre el mismo; cantar los cantos de siempre, los que sabe todo el mundo. 

    Por otro lado, ocurre que un canto en un lugar se Otilia como canto de entrada, en otro lugar se emplea como canto de comunión. Es necesario que se vayan elaborando y proponiendo unos criterios básicos, mínimos, para que nuestro pueblo se unifique en el canto y no se sienta extraño al cambiar de lugar o comunidad –al menos en los cantos fundamentales, centrales, nucleares –, así como que los cantos se utilicen en su debido lugar y momento de la celebración. El ideal es que todos podamos sentirnos unidos en un mismo canto.

    A3. De elemento de adorno a elemento litúrgico
    El canto sagrado, unido a las palabras, no es ya un elemento accesorio, de adorno o embellecimiento de la liturgia, sino que ha llegado a ser parte necesaria e integrante de esta. De ser considerado como humilde sierva (Pio x), paso a ser visto como nobilísima sierva (Pio XI), llegando a adquirir el rango de ministra de La sagrada liturgia y noble ayuda para La misma (Pio XII), hasta llegar al Vaticano II (SC, 112), en que adquiere el rango de munus ministeriale (la función ministerial), habiendo desaparecido todo indicio de rebajamiento en la Sacrosanctum Concilium, al precisar la estrecha relación de la música con la liturgia, es decir, al considerarla un elemento litúrgico.

    Melodía, texto y rito guardan una estrecha relación entre si, por lo que no se pueden considerar separados el texto literario, la melodía que lo canta y el contexto celebrativo o rito en el que se canta. Se trata de conseguir una simbiosis lo más perfecta posible, una coherencia musical y textual entre la dignidad literaria, la sustancia teológica y la funcionalidad litúrgica. En una solemne afirmación de la Sacrosanctum Concilium están contenidos los tres pilares del canto litúrgico, a saber, música, texto y rito: 

    «EI canto sagrado, unido a las palabras, es parte necesaria e integrante de la liturgia solemne» (SC. 112).

    Por tanto, las mismas ideas que el Concilio recupera en el ámbito de la liturgia en general se aplican, lógicamente, al canto sagrado:

    1. Si la liturgia ha vuelto a ser una acción de toda la comunidad reunida, también la música debe ser cosa de
    todos, y no privilegio exclusivo del coro o de unos cuantos.

    2. La participación activa en la liturgia -expresión clave de toda la renovación litúrgica- aparece
    repetidamente en todo el capítulo VI, referido a la música.

    3. Los criterios con respecto al uso de la lengua vulgar, a la participación de los fieles, al afán de sencillez dentro de la dignidad, a la transparencia y la inculturación, deben aplicarse también a la música.

    Por consiguiente, la música y el canto no son simple adorno añadido a la acción Litúrgica. AI contrario, constituyen una realidad unitaria con la celebración, permitiendo la profundización y la interiorización de los misterios divinos.

    A4. Nuestras celebraciones son «celebraciones de la fe de la Iglesia»
    Todas nuestras celebraciones son y deben ser celebraciones del misterio del Señor, celebraciones del «Mysterium fidei», celebraciones de la fe de la Iglesia. Nunca debemos servirnos de la celebración del misterio del Señor para
    autocelebramos, para celebrar la fe personal como yo la vivo o la entiendo, ni siquiera como entiende la fe el grupo eclesial al que yo pertenezco, sino celebrar el misterio del Señor tal como lo entiende, lo vive y quiere la Iglesia que se celebre.

    Y porque son fundamentalmente signos de la fe de la Iglesia, expresión comunitaria de esa fe, es imprescindible que el canto y la música sirvan para expresar y confesar la fe de la Iglesia, que los cantos estén al servicio de la fe y de la celebración, y se tenga en cuenta que la celebración litúrgica es ante todo confesión y celebración de lo que la Iglesia cree.

    EI canto, si es eclesial, si esta amoldado a la Iglesia, si transpira el sensus ecclesiae, no solo nos ayuda a vivir mejor el misterio del Señor, sino que en si mismo confiesa la fe en este misterio. A través del canto, esa fe no es solo expresada, sino expresada gozosa, lirica y bellamente: «Quiero que mi pueblo rece bella, hermosa y artísticamente», decía san Pio x, papa, músico y santo.

    A5. EI sensus Ecclesiae en la celebración del misterio
    El sensus Ecclesiae («sentido eclesial») es ante todo una actitud vital que preside la vida del creyente. El papa Pablo VI, que llevo siempre muy dentro del corazón el lema del canto, nos habla del sensus Ecclesiae aplicado al canto y a La liturgia, y nos dice que sin el sensus Ecclesiae el canto, en lugar de ayudar a fundir los espíritus en la caridad, puede ser origen de malestar, de disipación, de deterioro de lo sagrado, cuando no de división en La misma comunidad de los fieles.

    Sensus Ecclesiae significara para vosotras4 beber en la obediencia, en la oración y en la vida interior las razones altas y elevadas de vuestra actividad musical.

    Sensus Ecclesiae significara también estudiar a fondo los documentos pontificios y conciliares para estar continuamente al día sobre los criterios que regulan la vida litúrgica.

    Sensus Ecclesiae querrá decir, finalmente, ilustración en todo lo concerniente a la música en la liturgia: no to do es válido, no todo es lícito, no todo es bueno. Aquí, «lo sagrado debe unirse a lo «bello», en una armoniosa y devota síntesis que permita a las diversas asambleas, según su capacidad, expresar plenamente su fe, para gloria de Dios y edificación del Cuerpo Místico.

    Sensus Ecclesiae significa saber realizar una selección cuidadosa, sabia, imparcial, de los cantos sagrados, orientados por las normas de la Iglesia, por la sensibilidad litúrgica y por la educación del gusto, de manera que lleguen a formar un corpus de cantos litúrgicos que estén en los labios y en el corazón de los fieles.

    Sensus Ecclesiae significa saber escoger aquellos cantos cuyos textos están de acuerdo con la doctrina católica, mejor aún, «cuyos textos estén tornados preferentemente de las Sagradas Escrituras y de las Fuentes litúrgicas» (véase SC, 121). Y colocarlos en su momento ritual concreto.

    Sensus Ecclesiae significa saber escoger aquellas melodías que no se inspiren solamente en la moda, tan mudable como carente de valor espiritual y artístico, sino aquellas otras que a su carácter concreto y práctico unan la dignidad del arte y la sensibilidad de la oración; que tengan, en definitiva, la suficiente unción religiosa para que por medio de ellas el creyente ore, alabe a Dios y lo celebre en su asamblea santa, la Iglesia.

    Dejemos atrás tantos estribillos que son relatos y costumbres, más bien en forma de «slogan» que de oración. En las celebraciones litúrgicas de la Iglesia, «¡Cantad el cantico nuevo!, nada de viejos estribillos. ¡Cantad los cantos de amor de vuestra Patria!, nada de viejos estribillos. ¡Ruta nueva, Hombre nuevo, Cantico nuevo!»5.

    A6. Cualidades de la música litúrgica
    Esta música litúrgica ha de ser:

    1. Fácil y sencilla en cuanto a su estructura, lo cual no significa «vulgar» o «sin ideas». La melodía requiere forma, fraseo, cuadratura (con sus incisos, periodos y frases), pleno conocimiento del proceso cadencial o semicadencial (autentica, perfecta, imperfecta, plagal, rota, da picarda...).

    2. Melódica y no estridente, no necesariamente «pegadiza».

    3. Diatónica, y preferentemente de estilo silábico, es decir, que a cada silaba corresponda su nota musical.

    4. Que tenga claridad tonal y modal.

    5. Que evoque un mundo de misterio y trascendencia.

    6. Que sea servidora de la palabra, es decir, que sea una melodía con una gran adherencia al texto que permita con claridad la cantabilidad de la palabra; melodía que ha meditado el texto, que penetra y vivifica la palabra.

    La música debe hacer gustar el texto. Por consiguiente, hay que lograr una simbiosis lo más perfecta posible entre el género musical y el contenido del texto, entre el momento ritual y la comunidad concreta que canta. No toda música es válida para una letra, para un momento litúrgico o para una asamblea concreta, sino que a veces la música dispersa y distorsiona. «Sin el sensus Ecclesiae, el canto y la liturgia misma, en lugar de fundir los espíritus en la caridad, puede ser origen de

    4 Véase el discurso que el Papa Pablo VI dirigi6 a las religiosas participantes en el Congreso Litúrgicomusical celebrado en Roma del 13 al 15 de abril de 1971 (Ecclesia 1.539 [I Mayo de 1971]). En este discurso el Papa expresa su gratitud, admiraci6n y aliento a las religiosas que animan el canto en sus comunidades y parroquias. Les da las gracias, además, porque a su consagraci6n total a Cristo han añadido este objetivo magnifico, el de ser educadoras en el canto y la liturgia; don de las almas se funden en el amor a Cristo, viven sus misterios , llevan consigo su irradiación luminosa y la impresi6n de alegría y paz, con miras a poder transformar la propia vida y a influir en toda la comunidad eclesial. El ser animadoras del canto y la liturgia en la parroquia es , por tanto, según Pablo VI, una obra de apostolado verdadero, grande y necesario.

    5 SAN AGUSTIN, Enarr. in Ps. LXVI,6. malestar, deterioro de lo sagrado, de disipación, cuando no de división de la misma comunidad de fieles» (Pablo VI).

    De esta unión de la plegaria y del canto brota la plegaria cantada, que, según Louis Veuillot, es «la formula más perfecta que el alma puede emplear para expresar a Dios su fe y su amor».

    Las buenas melodías han nacido para un texto determinado, muy concreto. Por tanto, hay que respetar el texto de la melodía y no cambiar, adaptar o traducir textos para una melodía, por muy bonita que sea. Si difícil crear, más aun lo es acertar con una traducción o adaptación. El campo no está cerrado, pero hay que ser consciente de que es difícil acertar.

    La melodía, dice san Basilio, hace deseable y agradable el texto como la miel que se añade a la medicina para darle buen sabor. La melodía ha de permitirnos cantar y alabar a Dios con gusto y con júbilo, con alegría y sencillez de corazón.

    Una buena melodía salvara un texto malo, pero un buen texto no salvara una mala melodía. Es más fácil poner música a un texto que poner texto a una melodía ya hecha.

    A7. Importancia de la melodía en La transmisión del texto
    La música, en unión y simbiosis perfecta can el texto, lo resaltara, lo hará más viva, más penetrante, le dará mayor fuerza. Cuanto mejor sea la música, tanto más ayudará a fijar el texto. Los anuncios publicitarios ya se cuidan muy mucho de utilizar y seleccionar melodías atractivas para transmitir el texto y fijar la imagen del anuncio en la mente de los espectadores.

    Las melodías han sido, a través de la historia, uno de los distintivos que identificaban a los di versos grupos religiosos y uno de los medios principales de catequización y participación en las liturgias de esos grupos; han sido, por consiguiente, transmisoras de mensajes de todo tipo: ortodoxos y heréticos, constructivos y destructivos, catequéticos e ideológicos. Basta ver como cada organización o grupo se busca sus cantos propios o su himno que lo identifique y distinga de los demás. Buscan unas melodías atractivas y originales, es decir, que no les suenen a otra cosa.

    En la actualidad vemos como los distintos grupos religiosos (neocatecumenales, carismáticos, pentecostales ... ) y las distintas sectas (p.ej., los Hare Krishna, Cienciologia, Niños de Dios, etc.) tienen sus cantos propios que los definen e identifican. A través de sus textos, apoyados por melodías atractivas, transmiten sus mensajes, ideologías e interpretaciones del hecho religioso tal como ellos lo viven y quieren transmitirlo.

    En la antigüedad. San Leandro y san Isidoro crean sus cantos para la Iglesia visigor.ica: San Ambrosio, para la Iglesia de Milán; el hereje Marción (siglo II) compone su propio cancionero; el gnóstico alejandrino Valentín (siglo II) compone sus cantos imitando los salmos de David; los donatistas, en tiempos de San Agustín, acusaban a los católicos de salmodiar con excesiva sobriedad los divinos canticos, y compusieron sus propios cantos.

    Tenemos cantidad de ejemplos entre los Santos Padres que reaccionaron contrarrestando la influencia de los cantos heréticos. San Juan Crisóstomo (344-4o7) se enfrenta a los arrianos de Constantinopla, que atraviesan frecuentemente la ciudad para ir a sus reuniones cantando: «¿Dónde están los que dicen que tres no son más que un solo poder?», y manda cantar a los fieles la doctrina católica con la misma música de los himnos heresiarcas, lo que ocasiona grandes disturbios y riñas, por lo que el emperador prohíbe a los arrianos celebrar tales reuniones; para contrarrestar la influencia de los cantos arrianos, organizó grupos nocturnos que cantaban antifonalmente. San Efrén (300-373) no encontró mejor manera de rebatir la herejía donatista que poner textos más ortodoxos a las atractivas melodías de Harmonio.

    Para dialogar y reflexionar en grupo
    l. Los textos que cantamos ¿tienen calidad poética, hondura, belleza formal? ¿Son confesantes de la fe o informan,
    dicen ideas sobre la fe?
    2. Las melodías que cantamos ¿ayudan a crear el clima que se pretende o lo distorsionan? ¿Potencian y realzan el
    texto? ¿Coinciden los acentos musicales con los acentos del texto?
    3. ¿Qué nuevos movimientos religiosos conoces? ¿Conoces sus cantos típicos? ¿Imponemos a nuestra asamblea
    los cantos que nos gustan?
    4. ¿Qué cantos reconoces con una melodía sensiblera?
    5. Comenta la siguiente frase: «Nuestras celebraciones son celebraciones de la fe de la Iglesia».

    BIBLIOGRAFIA (para el apéndice)
    ALCALDE, Antonio, Canto y Música litúrgica, San Pablo, Madrid 1995.
    ALCALDE, Antonio, Pastoral del canto litúrgico, Sal Terrae, Santander 1997.
    ALCALDE, Antonio, El canto de la Misa, Sal Terrae, Santander 2002.
    BASURKO, Xavier, El canto cristiano en la tradición primitiva, Eset Vitoria 1991.

    Fuente: periodico El visitante de la prensa católica de Puerto Rico. ANGELO DE SANTI