El llamado “tiempo ordinario” o “tiempo común” dura entre 33 ó 34 semanas,
es un tiempo en el que la Iglesia vive un tiempo más normal, sin grandes
celebraciones.
El tiempo ordinario es el tiempo más
largo del año litúrgico, de modo que en él es muy importante cuidar la variedad
de la música. Ocurre dos veces al año (desde la Navidad hasta Cuaresma y desde
Pentecostés hasta el Adviento).
Como el leccionario dominical se desarrolla en tres años (A, B y C), será
la Palabra de Dios leída en cada liturgia la que indicará los cantos más
adecuados para la celebración.
La Iglesia vive un tiempo más normal, sin grandes celebraciones aunque
dentro del mismo caen algunas fiestas importantes que es bueno celebrar con
cantos propios: La Santísima Trinidad, Cuerpo y Sangre del Señor, Sagrado
Corazón de Jesús y, el último domingo durante el año, Cristo Rey del Universo.
Es importante que en este tiempo se seleccionen cantos acordes a las
lecturas y celebraciones. La mayor parte de este tiempo no requiere de cantos
en especial pero se omiten cantos de resurrección, pascua y otros tiempos
especiales.