Fiesta de Santa María Virgen, Reina

El pasado sábado 22de agosto, celebramos la fiesta de Santa María Virgen, Reina. Por ello, hoy queremos hablar de la Virgen María de la mano la mano del Papa Benedicto XVI, en un reciente texto suyo sobre la relación entre María y el Espíritu Santo.

La Virgen de Nazaret fue elegida en la Anunciación para que se convirtiera en Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo. Inmediatamente después María acude a ayudar a Isabel, y cuando llega hasta ella y la saluda, el Espíritu Santo hace que el niño salte de gozo en el seno de su anciana pariente y todo el diálogo entre las dos madres -sobre todo el Magníficat- está inspirado por el Espíritu de Dios.


En la Natividad y en la vida oculta de Jesús, el corazón de María, en consonancia perfecta con su Hijo divino, es templo del Espíritu de verdad, en el que toda palabra y todo hecho quedan conservados
en la fe, en la esperanza y en la caridad. De este modo, la casa de Nazaret fue «hogar» permanentemente encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu, como también acontece en la vida pública de Jesús, de modo particular en las bodas de Caná, testimonio de la tan singular sintonía entre Madre e Hijo en la búsqueda de la voluntad de Dios a favor de los hombres.


En la Pasión, María permanece al pie de la cruz, junto a Juan y algunas mujeres. Madre y discípulo recogen espiritualmente el testamento de Jesús: sus últimas palabras y su último aliento, en el que empieza a derramar el Espíritu; y recogen el grito silencioso de su Sangre, íntegramente derramada por nosotros. María sabía de dónde venía aquella sangre: se había formado en ella por obra del Espíritu Santo, y sabía que ese mismo «poder» creador resucitaría a Jesús de entre los muertos.


Así la fe de María sostuvo la de los discípulos hasta el encuentro con el Señor Resucitado, y siguió acompañándolos también tras su Ascensión al cielo, a la espera del bautismo «en el Espíritu Santo», en Pentecostés. Allí María aparece nuevamente como Esposa del Espíritu para ejercer una maternidad espiritual y universal. Por eso María es para todas las generaciones imagen y modelo de la Iglesia que con el Espíritu camina en el tiempo invocando el regreso glorioso de Cristo: «Ven, Señor Jesús».


Bajo el amparo de María, pues, nos acogemos. Ella nos enseñará a vivir según el Espíritu y a ser testigos fecundos de su Hijo.


Que Dios Todopoderoso continúe bendiciéndonos y la Santísima Virgen María nos cubra con su Manto Sagrado.


Fuente: Grupo del Rosario de la Virgen María
El Señor les bendiga