El poder infinito de la fe

Cuando el dolor, la desesperación, la enfermedad o la muerte, van invadiendo los rincones más vulnerables de nuestra alma, buscamos como niños huérfanos, abrazarnos al ser que nos sane las heridas más profundas, más dolorosas e inexplicables: entonces buscamos a Dios.

Nos aferramos a la Fe, que a veces, se despierta dentro nuestro, tan débil y tan frágil, que pareciera que no nos puede llevar hasta Dios, y confundidos preguntamos el por qué de tanto dolor y tanto desamparo, sin encontrar la respuesta ni el consuelo.

Pero de pronto, en el medio de la desesperación y de la pena, Jesús toca nuestros corazones, y la Fe se vuelve ciega e infinita, y nos hace conocer el éxtasis del amor, de la entrega, de la humildad. Nos hace valorar y amar tanto a Dios, que aceptamos sus designios, sus caminos, a veces demasiado tristes pero siempre santos, y su mano sana nuestros corazones heridos, calma nuestros llantos desesperados, alivia nuestros dolores.

Es verdad que los milagros aumentan nuestra Fe. Pero cuando oramos con Fe, y los milagros no se producen, no quiere decir que Dios no nos ama, sino sea tal vez, que su plan es más grande, y es más grande aún todavía, su abrazo tierno y glorioso hacia ese hijo amado que está sufriendo. Orar, a veces, no cambia las cosas que ocurren, pero cambia para bien nuestros corazones.

Autor Desconocido.
Fuente: Pendiente
El Señor les bendiga